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Para la muestra un león

Para la muestra un león

En menos de un mes se ha anunciado en dos fechas distintas la iniciación inmediata de la construcción del nuevo monumento de El León, en el centro de Girardot.

La primera fue el 24 de enero de este año, cuando en un fallido intento de socialización de la obra se les informó a los comerciantes del sector y directivas del Club de Leones, las decisiones que se habían tomado al respecto; cerrando la posibilidad de sugerir, advertir, discutir, ¡nada!

Allí se señaló que las obras empezarían inmediatamente.

El segundo intento con el que pretendieron dar a entender que ya estaba todo listo, fue el pasado sábado 2 de febrero cuando el gobernador de Cundinamarca, Jorge Emilio Rey Ángel, bajo un sol que calcinaba y ante una escasa asistencia de público, colocó la primera piedra a los pies del ya envejecido y triste león de mejores décadas.

Me llamó la atención de la intervención de Rey Ángel, en el sitio en donde erigirán «la obra magna del municipio», es decir, el nuevo león modernizado, la solicitud  indecorosa dirigida al público pidiendo aplausos por la cantidad de obras que mencionaba; una tras otra, mientras el sudor resbalaba por su rostro febril y afectado notablemente por el calor.

«Difícil sacarles un aplauso.  ¡Nada les complace!, nada les complace».  Por supuesto, ante la solicitud explícita del benefactor, los aplausos, no muchos, hay que decirlo, se escucharon aislados y escurridizos.

No se ve con buenos ojos, ni siquiera para el Día de los Inocentes, que un funcionario llegue a anunciar obras esperando que los asistentes tengan la obligación de fundirse en aplausos unísonos de agradecimiento infinito, por algo que le corresponde hacer; es su función, se le paga para ello y es el dinero del pueblo.

Además, sin menospreciarlas, las obras que el gobernador anunció en los diversos lugares de Girardot, son una pequeña parte de lo que el municipio requiere para construir sociedad; y que la infraestructura (el cemento), no reemplace descaradamente el recurso a la inversión social.

Y como no quiero quedarme en ambigüedades que se presten para que se señale, con cierta razón de pronto, que pavimentar las vías o entechar polideportivos es inversión social, aclaro que hablo de inversiones que vayan más allá de la mezcla y el palustre.

Hablo de educación; pero no de empañetar paredes de colegios o comprar puertas nuevas.  Hablo de inversión para incrementar la calidad en la educación; de recursos suficientes para dotar las bibliotecas públicas escolares con abundantes libros de calidad; de implementar estrategias que articulen la educación con la cultura vinculando a los niños de escasos recursos, principalmente, a escuelas de formación dirigidas por profesionales. Hablo de la capacitación de los docentes y de programas que faciliten la formación pedagógica.  

Hablo de cultura y arte; pero no de la construcción de un parque con el nombre de un escritor famoso, o cientos de millones de pesos enterrados en un teatro cultural que después de tres o cuatro años de remodelado pareciera que nunca se hubiera tocado.  Hablo de estrategias serias que construyan estructuras que fortalezcan la cultura desde su implementación y divulgación en todos los estratos sociales; una articulación con la academia y dependencias departamentales y nacionales que apoyen la creación de procesos culturales que robustezcan y expandan la cultura en las cuatro latitudes del municipio, incluyendo las veredas del sur, en donde la soledad y el abandono gubernamental imperan.  En donde el arte tenga cabida y desde él se formen virtuosos  de todas las manifestaciones  convirtiendo a Girardot en referente cultural del centro del país.

Hablo de Salud; pero no de centros de salud enterrados en el corazón de la casi ciudad, inútiles y socavando el patrimonio municipal.  Hablo de políticas públicas de salud que sopesen temas de la mayor importancia, por nuestra aparente vocación turística, como la prevención, el control y el cuidado de infectados con enfermedades de transmisión sexual.  Hablo de un tema que veterinarios reconocidos del sector local tocan con precisión, como es la leishmaniasis en los caninos; hablo de programas públicos de prevención en salud.  Hablo de inversiones responsables en campañas serias y sostenibles para la prevención de enfermedades transmitidas por vectores como el dengue, chikungunya y zika. Hablo del problema del consumo del alcohol en menores de edad y adolescentes que azota al municipio, y de lo que no existe siquiera estadísticas precisas sobre el problema. 

Hablo de seguridad vial, de la creación de bibliotecas públicas inteligentes, que superen a la única que nos da la mano, como es la del Banco de la República.

Mejor que el gobernador no pida aplausos.  Primero, porque después del 24 de enero en donde se anunció que las obras del león empezarían al día siguiente, hoy no comienzan.  Segundo, porque no deben existir aplausos frente a una obligación de los funcionarios que se hacen elegir, precisamente, para mejorar la calidad de vida de los habitantes del sector que van a gobernar. Tercero, porque por lo que hacen reciben un sueldo mensual que paga directamente el pueblo. Cuarto, porque los impuestos que paga el pueblo son precisamente para que sean invertidos en sus ciudades y bienestar. Y por último, porque los aplausos, de darse voluntariamente, deben escucharse una vez se termine la obra y se compruebe su calidad y funcionalidad.

Hay que empezar los proyectos y cumplir con los tiempos; luego el pueblo decidirá aplaudir, si bien le place.

Adehala: Visité ayer en la tarde el polideportivo del barrio Santa Mónica; supuestamente una de las primeras obras con las que se empezaría.  La fotografía habla por si sola.

*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.