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Los hijos de las Keres

Los hijos de las Keres

No sé de qué desgraciado cometa salido de quién sabe qué horrible y oscura constelación, repleta de excrementos de seres renegados y malnacidos que la usaban como cueva, cayeron a este mundo las Keres, dejando como descendencia esta maldita caterva de bestias salvajes que hacen daño a los niños.

Hay seres que obedecen a los instintos sin alma recibidos de sus ascendencias; para quienes el existir lo único que genera es dolor y por eso gritan con angustia pidiendo ayuda para liberarse de la desgracia que padecen, y en su desespero, con su aberrante manera de entender la existencia, atacan a los indefensos angelitos    convencidos de que con sus actos espantosos la humanidad los va a liberar de su tortuosa pena.

Esos hijos de las Keres que en su paso por esta vida solo han sentido angustia y desesperación constante, caminan siempre sobre piedras candentes; beben agua hirviente y no pueden tragar porque tienen la garganta taponada con odio y rabia.  Lo que piden con los desgarradores episodios de maldad y crimen que protagonizan   es que los ayuden a liberarse del sufrimiento.

Lo anterior, dicho en la teoría de Sigmund Freud, significa que ellos lo que buscan es el retorno al reposo absoluto de la no existencia.

Se hace necesario que quienes tenemos que cohabitar el planeta con ellos, nos apoyemos en la intención de Thanatos; les ayudemos, en un acto de piedad y misericordia, a descansar para que dejen de vagar como demonios en pena por la faz de la tierra, sometiéndonos al horror de padecer las consecuencias de sus gritos angustiosos y agónicos de ayuda.

Seamos piadosos y misericordiosos con esos semejantes sin alma, no los enviemos a seguir sufriendo en prisiones porque su existir ha sido doloroso. No los condenemos a cadenas perpetuas porque para ellos es seguir existiendo, y eso es precisamente lo que no quieren.

Llevémoslos de buena manera a lugares de paz y tranquilidad donde pueden disfrutar de profundos retiros para que traten de sentir algo de espiritualidad. Lugares a donde sus familiares y amigos los puedan ir a visitar el día de su cumpleaños, de Navidad y Año Nuevo, para que sepan que, aunque los amaban no los extrañan.

La condena es corta, y pasados los cinco años sin necesidad de abogados y largos procesos, sus familiares con un simple trámite en la curia de la parroquia los puedan sacar y llevarlos a casa en un osario para que esperen como materia inerte el día del juicio final y supliquen que los dejen entrar.  Solo ese día sabremos qué va a pasar con ellos.

*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.