Columnistas
La esquina de la desvergüenza

En la época en que, en Girardot, pléyade no era una palabra para ostentar sino la materialización de la cultura a través de mentes lúcidas, Eugenio Darío, mi padre, y un valioso grupo de intelectuales construyeron con estoicismo y convicción lo que inicialmente se denominó la Casa Cultural, hoy Teatro Cultural Luis Enrique Osorio.
En ese entonces no existía la abundancia del hoy Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, con todos sus estímulos, incentivos e impuestos que impulsan, bien o mal, el quehacer de las artes y la cultura en cada rincón de Colombia.
No ha sido posible encontrar a un grupo de personas que desinteresadamente le metan el hombro a la recuperación y salvaguarda de esta obra construida para ser uno de los epicentros de la cultura en la casi ciudad. Recuerdo, por ejemplo, a un hijo de uno de los fundadores que cuando lo invité a tomar la bandera para recuperar el Teatro, lo miró con desprecio.
No hay que olvidar que en el gobierno de Diego Escobar se cometió un hecho de barbarie al tumbar con martillo y cincel un mural en cerámica terracota esmaltada, liderado por los artistas Norma Victoria Varón Caicedo, Tadea Ibirico y Alfredo Quijano; 25 niños de 250 participantes provenientes de las veredas y colegios públicos fabricaron las piezas artísticas en un proceso que duró un año. En cambio, se guindó una pancarta sobre la pared de la carrera décima que invitaba, palabras más, palabras menos, a beber hasta emborracharse.
En ese vórtice sinfín, en el que la insolidaridad ciudadana y la omisión de quienes deben salvaguardar este icono histórico sobresalen, se ha sufrido, por pocos, cómo se ha derruido el Teatro Cultural sin que tramoya o artilugio alguno evite su deterioro inexorable, cada día más vertiginoso.
En la suciedad de su cara se observa una parte de la historia gris de la casi ciudad, la que con el pasar de los años ha sido la apología a lo vulgar, a lo obsceno, a lo banal, sepultando una excepcional obra de la década de los sesenta.
Hoy, el resultado de esa desidia en mala hora sacrílega, que llega de lo público y de lo ciudadano, deja ver una arquitectura que exhibe impúdica su ancianidad decadente en medio de la basura y los fétidos olores, herencias que demuestran el abandono absoluto en el que la directora general del Instituto Municipal de Turismo, Cultura y Fomento (IMTCF) y el coordinador de Cultura de Girardot lo han sumergido.
Iniciando el 2024 le expliqué a ella la urgencia que representaba mantener limpio el lugar, al menos en su exterior. Aunque una recomendación de estas no tendría que mencionarse, aun así, ha hecho oídos sordos.
Antes del 20 de agosto de este año ya había evidencia de que intentaron entrar subrepticiamente al Teatro; la reja externa se encontraba semiabierta y un pedazo de la puerta en madera había sido retirado, el que hoy 23 de octubre continúa sin reemplazarse.
Semanas después, cuando llegaron al lugar obreros y un contratista del IMTCF para colocar en la reja violada un candado de juguete, aprovecharon para arrumar en un rincón la basura acumulada de nueve meses en el mismo sito, a la vista del público. Irónicamente enfrente al Luis Enrique Osorio, funciona un almacén de bolsas plásticas en el que no vale más de cuatro mil pesos un paquete. Dudo que en sus casas se barre y amontona la basura en un rincón de la sala.
Ahora, la semana anterior, empezó a circular un video que muestra a dos individuos extraer elementos del interior del Teatro Cultural Luis Enrique Osorio. El pasado jueves (21.10.2024) la Policía Nacional confirmó a través de un grupo de WhatsApp que fueron «CAPTURADOS DOS HABITANTES DE CALLE CUANDO HUIAN CON ELEMENTOS SUSTRAIDOS DEL TEATRO CULTURAL (sic)».
Aquí se plasma lo que he escrito en columnas anteriores sobre la teoría de las ventanas rotas de la que trata la criminología y la sociología urbana. En este caso, el desgreño físico y la suciedad invitan al saqueo y al vandalismo, como está sucediendo.
Ante la inminente posibilidad de que continúen los hurtos, es inaplazable que se dé a conocer públicamente el inventario de lo que existe allí, para que después no lleguen las avemarías.
Un excontratista que tuvo relación directa con el Teatro a finales del 2023 asegura que, «[…] incrustados en sus muros se hallaban […] dos unidades de consolas de sonido, varios micrófonos con sus respectivos cables de conexión y sus piañas, algunas mesas y sillas plásticas […]». Menciona además que se encontraba colgado un reproductor de imagen y un telón retráctil.
No olvidar, además, que hay dos placas conmemorativas en el salón de la entrada (de aluminio o bronce), que al menos hasta ayer martes (22.10.2024) evidencié que se encontraban.
Guste o no, el Teatro Cultural Luis Enrique Osorio hace parte de los activos del Municipio de Girardot. Es decir, es responsabilidad de este, o del IMTCF (más de este último) su cuidado y atención. Mantener aseado su frente es un gesto mínimo de decencia que se debería asumir con respeto; asegurar los pocos bienes que se encuentran en su interior es una obligación ineludible e impostergable.
*Condecoración Periodismo Vivo Antonio Nariño 2024, Mérito a la Mejor Columna de Opinión.
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