Columnistas
Periodismo sin independencia...¡no es periodismo!
Preferí dejar pasar algunos días después de recibida la condecoración «Periodismo Vivo Antonio Nariño de Cundinamarca», para proponer una discusión precisamente sobre el periodismo en la provincia.
Cuando se llega a la facultad de Comunicación Social y Periodismo, o aun en las antiguas academias en donde el elixir del periodismo puro, sin mezcolanzas académicas invadía de nobleza y arte el aula, escasamente, por no decir que nunca, se habla sobre su ejercicio en los pueblos de Colombia.
No es un secreto y se puede sentir a diario, que hacer periodismo en cualquier capital, -seguramente con algunas excepciones-, dista mucho de lo que se practica en la provincia, en los pueblos, en las veredas abandonadas y en los caminos pedregosos de Colombia.
Hay demasiadas marcas que lo identifican y diferencian: está el desamparo en el que se encuentra el periodista en la provincia, frente a sujetos que se fastidian porque sienten que se pone en tela de juicio, con razones suficientes, su honorabilidad y honestidad , o lo que es peor, se presentan las evidencias que los desnudan ante la opinión pública permitiendo verlos al trasluz de la corrupción, el clientelismo, la manipulación y la amenaza. No existe protección efectiva que los blinde de los ataques, muchas veces fatales, de quienes los necesitan fuera del camino para poder «caminar a sus anchas».
También hay una diferencia cada vez más estrecha en el tipo de remuneración o ingreso económico que recibe el profesional, comprometiendo incluso la viabilidad de su medio, si es que lo tiene, o el mismo bienestar personal y el de su familia.
En la provincia en las últimas épocas, y por estos lares, prácticamente ningún medio de comunicación contrata periodistas, sino que se les facilita un espacio por el que deben pagar un arriendo para ejercer la profesión y/o les asignan determinado número de cupos comerciales. Convirtiéndose en un híbrido que simultáneamente tiene el sacrificio de recopilar noticias y comercializar el medio de comunicación o espacio, transformándose en periodista, vendedor y cobrador, todo en uno. Peor aún, corriendo tras de la obligada pauta publicitaria para permanecer vigente y al aire... las noticias pueden esperar.
En cuanto al ejercicio en sí, en las grandes capitales los medios de comunicación tienen periodistas especializados en diferentes temas dándole peso específico a la información. Está el especialista en judiciales, culturales, deportivas, ciencia y tecnología, etcétera. Pero en provincia por lo general se encuentran los periodistas «toderos», esos que por las exigencias mismas del medio, del entorno y del momento, deberían tener «un mar de conocimientos en un centímetro de profundidad», como lo repetía en sus clases el periodista Jorge Consuegra, ya desaparecido, pero no es así por diversas razones.
Esta última condición, junto con la comercial, provoca una desventaja que se traduce en un menor tiempo para ser riguroso en la investigación (porque hay que vender y cobrar), corriéndose el riesgo de echar a perder una información que exige, por su misma condición, un trato profesional y cuidadoso por parte del investigador.
Todas estas situaciones que terminan siendo desventajas, han propiciado que se comprometa el ejercicio con los afanes inmediatos, pero por supuesto no insanos. Al no haber una formación ética y académica, o una tendencia humanista que proyecte a la profesión por encima de intereses y necesidades personales, entonces se atenta contra la misma ciudadanía porque al no orientarla y protegerla, se termina por traicionarla y venderla.
Por lo tanto, es la independencia uno de los pilares más sólidos que debe tener cualquier periodista. Pero en provincia, por las características, ya mencionadas algunas, y al no existir un control suficiente y riguroso de las «ÍAS», es el periodista el invitado de honor que debe mantener los dedos en la llaga hasta cuando sane la herida.
Los modernos politiqueros, iguales a los prehistóricos, que mienten sin vergüenza y prometen sin razón ni corazón, se encuentran al acecho de los periodistas y sus medios de comunicación. Algunas veces para aprovecharse de sus necesidades económicas y debilidad de carácter utilizándolos como cajas de resonancia para que repliquen sus mentiras maquilladas de bondad, al costo que sea, sin importarles los daños colaterales. Otras veces bloqueándoles cualquier posibilidad económica para hacerlos claudicar, renunciar o rendirse a sus pies.
Los convencen de que por ser figuras públicas, (los modernos politiqueros), es un lujo codearse con ellos; que ese momento especial les dará prestancia social, reconocimiento, dignidad, respeto de los demás. Como coleccionistas escogen selectivamente a quienes los hacen sentir cómodos en el trono del mando alcahueteándoles sus desaciertos, así estén derrumbando y haciendo añicos el pueblo que gobiernan, para que los acompañen a sus convites y agasajos que pagan con el dinero del erario, que termina siendo el mismo dinero de sus invitados.
Para lo que corresponde a nuestro entorno, los alcaldes van de paso, llegan y quién sabe si volverán. En cambio el espacio denominado ciudad, villorrio, pueblo o casi ciudad queda ahí, inamovible, físicamente estático en el mismo sitio. Si el periodista actúa con la misma honestidad que le reclama a los políticos en sus noticieros matutinos y en sus ediciones impresas, si reconoce su valor como factor de cambio en la sociedad, si comprende que el futuro de sus hijos y nietos se compromete con cualquier prebenda pasajera, entonces no negociará ni su dignidad ni el futuro de su terruño por ninguna bagatela ni dádiva rimbombante.
El único, el mejor premio que un periodista puede exhibir, es aportando con su trabajo al crecimiento social y cultural de su gente, siempre en contravía de los apetitos e intereses torcidos de los que gobiernan, si los tienen. Ir en contravía de ellos, es ir en la vía correcta del desarrollo y el progreso de las comunidades.
En una palabra, ¡independencia!
*Condecoración «Periodismo Vivo Antonio Nariño de Cundinamarca » mérito a la mejor columna de opinión 2021.
*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.