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Los grises de las Zonas Azules

La discusión que se abre frente a la llegada de las Zonas de Estacionamiento Regulado (ZER), mejor conocidas como Zonas Azules, es interesante si se plantea desde el concepto de construcción de ciudad y no como argumento de conveniencias particulares, revanchismo político o incultura ciudadana.
Por lo mismo, tengo que comenzar esta columna afirmando que el fin que persigue la implementación de ellas me parece necesario e impostergable en una casi ciudad que mirada desde el concepto de sostenibilidad presenta, tan solo en el espacio público, debilidades, escaseces y necesidades urgentes que van en aumento.
Si no se entiende la corresponsabilidad que tiene cada uno de los actores ciudadanos en la recuperación de Girardot, en aspectos que deben fortalecer su turismo y economía, destinos turísticos como Anapoima, Agua de Dios, parte de la Sabana de Bogotá, Villa de Leyva o el mismo Filandia, en el departamento del Quindío, continuarán fortaleciéndose o imponiéndose a la ciudad sin las acacias, la que en un porcentaje demasiado alto depende peligrosamente del visitante bogotano.
Aclarada mi posición de la necesidad de ordenar la casi ciudad, no significa que la forma y el fondo de cómo se negoció el espacio público de Girardot con una empresa de Medellín sean los más ecuánimes; claro, hay que mirar quién representaba al Municipio de Girardot para entender porque la casi ciudad se queda con tan poco porcentaje de participación.
Hablo del porcentaje del 20% al que tiene derecho Girardot de los ingresos de la operación, mientras que el operador se queda con el 80%. En una reunión de socialización por parte de la empresa con los medios de comunicación, el 10 de noviembre del año pasado, a la casi ciudad le corresponderá aproximadamente $16 000 millones durante los diez años que dura el Contrato; lo que quiere decir que, puede estar recibiendo cerca de $1600 millones anualmente. Se entiende que el 80% restante es una cantidad muy alta, que por ser Girardot quien coloca la materia prima debería tener una participación significativa, como no sucede en la realidad. En síntesis, el 20% de participación no se compadece con lo que aporta el Municipio, ¡las vías!
Por otra parte, puede decirse que los comerciantes que están en todo su derecho de protestar por esta medida, y que así lo han hecho, equivocan el camino. Olvidan lo más importante dentro de sus pretensiones: «tumbar» este Contrato firmado en el gobierno del todopoderoso. Y aunque las marchas y plantones enfrente a la Alcaldía pueden ayudar a la causa, el único camino expedito es el de los estrados judiciales, aunque al parecer no lo hayan comprendido, o no piensen invertir en ello.
De acuerdo con lo anterior, la Oficina Asesora Jurídica del Ministerio de Transporte, aunque advierte que a nivel nacional no existe reglamentación del Programa de Zonas Azules, a excepción de la de Bogotá, en un concepto de agosto de 2020 asevera que «[…] previamente a la asignación de zonas azules, se debe contar con los respectivos estudios de tránsito para su implementación, teniendo en cuenta entre otros aspectos, temas de movilidad, capacidad vial, volúmenes de tráfico, velocidades, servicio público de transporte, parqueaderos existentes, estableciendo entonces un límite de tiempo para el parqueo y su exclusión en horas pico, de manera que estas zonas no contribuyan a elevar los niveles de congestión de las vías y garanticen la seguridad de los vehículos estacionados». ¿En Girardot, ya se agotaron estos estudios por parte de los inconformes?
De otra parte, hay objeciones por la manera cómo se trazaron los sectores intervenidos por las Zonas Azules. Si el alma de la medida es la desincentivación de parquear en la calle, para utilizar los parqueaderos, hay incoherencia cuando, por ejemplo, en el barrio Sucre hay más de siete puntos que advierten sobre las Zonas Azules, pero no hay un solo parqueadero dentro del barrio; cuando la oferta de parqueaderos cercanos, o dentro del sector, debe ser una condición sine qua non para la implementación de estas. No se entiende como les preocupa que los parquímetros queden a menos de 120 metros de las Zonas Azules, pero no así los parqueaderos, desconociendo condiciones como las de las personas con discapacidad, tercera edad, o niños.
No es justo que se obligue a los conductores a asumir un costo elevado por estacionar su vehículo en la calle, porque en el barrio no existe un solo parqueadero que cubra estas necesidades. No coincide con los ítems señalados en los estudios de tránsito, previos a su instalación que menciona MinTransporte.
Tampoco se entiende por qué, si la autoridad de Tránsito y Transporte municipal determinó en ciertos sectores que el parqueo solamente se podía hacer sobre un costado, como en el barrio Granada, con la llegada de las Zonas Azules sí es permitido a ambos lados. ¿Qué fue lo que cambió en este concepto de movilidad?
En conclusión, las estrategias que los gobernantes utilicen para alimentar el discurso del rescate de la casi ciudad, el ordenamiento urbano y el fortalecimiento de cultura ciudadana (que en esto sí que ha botado dinero la casi ciudad), no pueden ir en detrimento de los intereses financieros del Municipio, y mucho menos de la ciudadanía. Un negocio justo es en el que todos los involucrados ganan.
Pero después de lo que pueda ocurrir judicialmente, si es que alguien procede, lo único cierto es que el discurso de la recuperación del espacio público solamente será medible mínimo en un año, cuando se demuestre si valió la pena ceder tanto en un negocio de 80/20, en donde el 20 por ciento lo recoge el que más pone.
Que no olvide el operador que hay un compromiso de contratar personas de Girardot, entre ellos, los que actualmente ganan su sustento cuidando carros en la calle y califiquen para ser contratados.
¡Veremos!
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