Columnistas
Lloviendo sobre mojado

La vida te puede sorprender, eso es indudable. Y todos estamos sujetos a que se presenten situaciones que cambien nuestros proyectos o destinos personales.
Pero que una ciudad como Girardot esté dirigida o administrada por alguien que por sus actuaciones o decisiones cree (pues no lo demuestra de otra manera) que puede hacer con la ciudad, lo que haría o hace al interior de su casa, es una muestra más de la decadencia en la que hemos caído gracias al silencio cómplice, al «importaculismo», la indiferencia; y si queremos ser un poco menos gráficos, a la ausencia total de sentido de pertenencia, arraigo, apropiación y ser dolientes de una ciudad que nos vio nacer o nos acogió.
Hemos aceptado no solamente el caos, la anarquía; sino que la gran mayoría hacemos lo que nos place. Nos creemos con patente de corso, pero no para combatir el desorden, sino para no respetar las normas de convivencia, las de tránsito, espacio público, en otras palabras, hacemos lo que nos da la....
Mis excusas para ese número pequeño de girardoteños que aún conserva principios de respeto, tolerancia, convivencia, buenos modales y altos porcentajes de cortesía.
¡Y Sancho!, palo para aquellos que parquean sus motos, automóviles y camiones encima de los andenes; para los comerciantes que toman un local en arriendo y se apropian del andén y en ocasiones de la mitad de la calle; para quienes se toman los postes y las columnas de las casas o edificios del Camellón del Comercio, las carreras 8ª, 9ª, 10ª, 11ª y 12ª, bien sea el centro de la ciudad o en los barrios, para colgar (para ellos exhibir) colganderos, cachivaches, mercancías y toda clase de avisos.
¡Y quién dijo miedo, Sancho! ¿Has visto al señor de la «flota cagajón» en unos burritos como el tuyo, transportando la arena como se hacía hace 50 años? Típico, bonito y muy ordenadito. ¿Por qué lo menciono? Pues para que no se vaya a argumentar que estoy en contra del rebusque, del emprendimiento, la creatividad, nada de eso. Me anima a expresarme sin ser premonitorio, adivino, brujo, chamán, llamar la atención sobre el futuro incierto de Girardot.
Salto al vacío, caída libre. El golpe puede ser menos duro si despertamos del letargo, del conformismo, y asumimos de manera personal, familiar, y algún día colectivo, el papel que nos corresponde.
No seamos tan cotidianos; observemos lo que sucede en nuestro propio entorno y a consciencia hagamos lectura de lo que vemos diariamente.
Deténgase visualmente y cada día verá cómo se toman más andenes; más calles son ocupadas por toda clase de elementos u objetos diferentes a vehículos; cómo el caso general de comerciantes que venden pan de yucas, chorizos, hamburguesas, cervezas, helados, tienen principales y sucursales. ¿En dónde? En las calles y andenes de Girardot.
¿Y la autoridad? ¿Y los de espacio público? Señor secretario de gobierno, usted pasa por esos sitios varias veces al día.
Sancho, si seguimos así ¡vamos de c....pal el estanco!
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