Columnistas
Las visitas del presidente

Un reciclador me decía la semana pasada, mientras recogía cartones viejos de todos los tamaños y olores, que se vienen grandes cosas para Girardot. ¿Grandes cosas para Girardot?, le pregunté más curioso que incrédulo. Sí señor, me contestó; ¿no ve usted acaso que el presidente de la República ya ha venido dos veces a esta ciudad? Pues sí, le respondí, entre sorprendido y absorto.
Vaya casualidad, pensé. La misma impresión tienen otras personas con actividades económicas más definidas y menos estigmatizadas; ejecutivos, comerciantes, amas de casa, conductores, comunicadores, también presagian años de vacas gordas para el municipio. Sus razones tendrán.
En la primera visita de Duque a Girardot, presidiendo el primer taller Construyendo País, en donde estuvo acompañado de Nancy Patricia Gutiérrez, ministra del interior sentada a su derecha, de los temas más relevantes y espinosos que trató con tono enérgico fue el pésimo servicio de la clínica San Rafael Dumian; y la obra de nunca acabar, porque no ha empezado, la glorieta en el sector conocido como El Algarrobo.
La orden que todo el país escuchó fue, palabras más palabras menos, agilizar la construcción de la glorieta en un plazo casi que inmediato. Por supuesto, luego de la orden impartida los aplausos sonaron como galopes de caballos sobre la pista sonora del coliseo de ferias José Alonso Escandón; esta faena ya estaba ganada. (Al menos así lo calificaba el estrepitoso golpear de palmas).
Una semana después del ejercicio retórico, los encargados del proyecto le informaban al alcalde César Fabián Villalba que solo hasta el 2020 se iniciarían las obras. Recurriendo él a otros niveles para reducir el tiempo que contrariaba la orden pública del presidente.
Con el tema de la clínica San Rafael Dumian hubo más satisfacción popular. ¡Claro!, es que el mandatario anunció una visita imprevista, inmediata, esa misma noche, para conocer los intríngulis del centro hospitalario. Nuevamente el galopar de palmas aplaudiendo, anunciaban que la segunda faena también se había ganado.
Después de ese segundo ejercicio retórico parece que la situación si no ha empeorado, sigue igual. No fue suficiente el cabildo abierto que se adelantó el 10 de noviembre; ni la visita del superintendente de salud, Fabio Aristizabal Ángel, doce días después, quien con tono más politiquero que ejecutivo anunció mano dura para aquellos que utilizaran la salud como negocio, instándolos a irse del país si no atienden adecuadamente a los usuarios del sector.
El mismo día del taller Construyendo País, algunos esperaban un discurso avasallante e inédito exponiendo con detalle cada uno de los privilegios que trae la Economía Naranja para el artista emprendedor, pero pobre. Porque claro, tener ideas innovadoras, y parcialmente la capacidad económica para emprender cualquier proyecto o la palanca necesaria para dinamizar el sueño, no es el tema. El tema es cómo el gobierno desde su ministerio respalda al microempresario que no tiene dinero suficiente para emprender, ni garantías reales para respaldar crédito alguno.
La semana pasada asistió al noveno Diálogo Regional Empresarial. Mesas de trabajo… varias. La pregunta para hacer es, ¿qué se acordó en estos grupos sectoriales y cuándo se pone en marcha cada uno de los proyectos propuestos?
Aparentemente el beneficiado a primera vista fue Batalla de Carnavales, una empresa privada que recibió el apoyo y beneplácito del ministerio de Comercio, Industria y Turismo.
Alrededor de este tema queda una inquietud, no por el empresario que ha luchado por su proyecto, sino por el comunicado de prensa del ministerio cuando informando sobre el respaldo a Batalla de Carnavales argumenta que es «un evento tradicional que integraba en el puerto sobre el Río Magdalena […]». ¿Acaso el concepto de «tradicional» no conlleva de por si una antigüedad que atesora la historia cultural e inmaterial de cada territorio?
Los Carnavales de Negros y blancos son tradicionales porque su origen data de 1546; y la primera reina del Carnaval de Barranquilla fue elegida en 1918; y tanto la Feria de las Flores, en Medellín, como la Feria de Cali, se celebran desde 1957. Incluso, para ser justos, el Reinado Nacional del Turismo nació en 1969.
¿Entonces la pregunta obligada para el ministerio es, desde cuándo un evento con dos años de vida termina siendo tradicional? Ese concepto coloca en entredicho el conocimiento que deben tener de los temas que avalan.
Nada queda claro con las visitas de altas jerarquías del gobierno nacional, empezando por el presidente de la República, mientras que los problemas que se comprometen a solucionar no se solucionen; mientras que las obras que se comprometen impulsar, no se impulsen; mientras que los artistas brillantes, pero sin dinero y sin influencias, no tengan claro qué es y en qué los beneficia la Economía Naranja.
No basta con la cara del santo para que se haga el milagro. ¡Hace falta la voluntad del santo para ver el milagro!
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