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La decadencia de Girardot (Primera parte)

La decadencia de Girardot (Primera parte)

He retomado la pluma, después de adelantar diferentes tareas, que me permitan recopilar experiencias, pensamientos y conceptos analíticos, de mujeres y hombres, jóvenes y adultos, sobre el significado para ellos de la política local.

La labor no está revestida de ningún afán en el tiempo; mucho menos de un interés o sesgo por algún candidato. Quise conocer en la calle y de oídas, opiniones que ofrecieran una objetividad, libre de preferencias, pasiones o fanatismos que enturbiaran el propósito.

Esas charlas amenas, espontaneas y desprevenidas me ofrecen una lectura y un panorama, hoy, sorprendente.  Encontré personas que al ponerse el tema sobre la mesa se les amarga el tinto, se les enturbia el agua o la aromática; no es de yerbabuena, sino de maleza. De cientos de contertulios, solo tres o cuatro se pararon abruptamente, cuyos resortes anatómicos obedecieron la orden cerebral, y se marcharon refunfuñando, pero sin lanzar improperios.

Considero un balance positivo, y aprovecho para expresar mi agradecimiento, por responderle a un viejo Quijote, ávido por entender la realidad local, ajena a su origen.

Diferencias y particularidades respecto a algún lugar de La “Mancha”, por supuesto que las hay, pero no seré tan irrespetuoso al trazar unas líneas sin documentarme previamente. Antes de comenzar la tarea fijada, busqué bibliografía sobre la historia de Girardot en el Banco de la República, donde me brindaron orientación y me presentaron algunos asiduos visitantes, que complementaron, gracias a sus conocimientos, una maravillosa y no amañada historia de Girardot; y como diría el observador de obras de Picasso o de Velásquez, quedé “anonadado”.

¡Qué conjunto de fortalezas, acontecimientos y etapas vividas desde los primeros asentamientos humanos! Don Pastor Montero, por ejemplo, y demás familias que se establecieron en condiciones casi primitivas, pero con actitud y visión, sobre una tierra prometida, generosa, con gran ubicación geográfica y bondades, desde cualquier punto cardinal que se observara.

El río grande de La Magdalena se convirtió en el camino fluvial a través del cual llegaron migrantes de recónditos lugares.  Muchos de ellos con sus familias (se puede decir que a un mundo desconocido).  Algunos con un destino preestablecido: Santa Fe de Bogotá.  Pero otros gratamente sorprendidos por las bellezas naturales, clima y oportunidades que descubrieron rápidamente, se quedaron a probar suerte.

Los censos presentaban un crecimiento poblacional, al igual que una diversidad de nacionalidades y la radicación de colombianos de las diferentes regiones.

El archivo fotográfico que poseen algunos particulares alimentan una variedad de imágenes que demandan información puntual.  De cada una de ellas, al recibirla, nos traslada a épocas pretéritas, colmadas de bella arquitectura, amplias y ordenadas calles, arborizados y bien organizados parques; barcos a vapor, aviones y trenes con pasajeros y carga, que generaban una dinámica comercial, acompañada de un crecimiento urbano y económico. ¡Qué belleza, qué encanto, qué ensueño, que orgulloso pasado el de Girardot!

¿Sancho, qué sucedió? ¿Qué se hizo mal? ¿O se dejó de hacer, para que el villorrio en ese camino ascendente que llevaba, comenzara a perder el norte?

El llegar a tener tres clubes sociales: el Unión, el Campestre y el Comercio, no solo fue la demostración de un estatus económico, pues también se conoce que sus socios participaban activamente en el liderazgo y apoyo a grandes obras sociales de ornato.  Y también mostraban fuerza y presencia en decisiones políticas.  Nuestros interlocutores mayores de 35 años recuerdan, reconocen, valoran y extrañan a don Luis Duque Peña, según ellos, el mejor y nunca olvidado alcalde que ha tenido Girardot.

Amables lectores, pronto estaré de nuevo con ustedes…

*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.