Columnistas
El poderoso discurso de Jaime Garzón

Jaime Garzón forma parte de esa pieza fundamental que debe conocerse dentro del mundo periodístico e indiscutiblemente dentro de la historia de Colombia, un nombre cuyos sinónimos atrapan a aquellos seducidos por tanta palabra y frase icónica forjadora de valores y lucha, en un país donde la violencia sigue siendo protagonista así transcurran los años.
Además de las conmemoraciones y los aniversarios del trágico día, Garzón ha sido en la actualidad más que eso: se ha convertido en uno de los pioneros introductorios en una clase de periodismo. Ahora, es poco probable que a lo largo de una carrera universitaria no haya alguna citación, parafraseo o tema de discusión de lo que hizo Jaime en el medio a través de su ser humorístico en la historia del país.
Algunos de los jóvenes y niños que crecieron en la época cuando Jaime Garzón estaba en todo su auge, son hoy en día esos adultos y jóvenes que traen consigo un motivo de lucha y esperanza porque siguen sosteniendo discursos que difícilmente se salen del pensamiento, porque siempre se reiteró el poder de todos los colombianos sujetos al Estado, y es que muchos de esa generación hoy en día son docentes, profesionales que tienen en sus manos la orientación de estudiantes apostadores de una transformación social.
La educación poco a poco se siente más libre, es cierto que estudiar una carrera universitaria está regido bajo múltiples parámetros y líneas ideológicas, pero esto no impide la autonomía del estudiante que complementa sus conocimientos con estudio adicional o con el comentario que hizo el docente, con los colectivos sociales a los que asisten los compañeros, o con conferencias que llamaron su atención. Es allí donde se resalta el valor de un discurso tan poderoso, algo tan sencillo como contar la realidad misma con un punto diferencial, la gran voluntad de Garzón en incitar a la existencia de un pensamiento reflexivo, crítico, activista y productivo.
De manera que el inconformismo llega con más fuerza; adoptar posturas sociales, políticas, educativas, culturales y económicas incita a los actores sociales a encontrar mediadores, a idolatrar lo que para ellos es certero, y esto puede ser bastante bueno, o puede que se quede solo en eso, en admiración, en moda o en apariencia, ya que para conocer a Garzón no es necesario ser contemporáneo al periodo de su vivencia. Cada año se revive un suceso, aunque demasiado lamentable, abunda de nuevo tanto aporte a esta sociedad, mensajes que merecen ser escuchados y leídos pero sobre todo comprendidos.
Está claro que existe un gran legado, un legado que merece ponerse en práctica más que recordar un funesto día. Se trata de debatir con respeto, de identificar los derechos y deberes de los ciudadanos, de las víctimas, y hasta de interpretar la misma Constitución Política del país.
Precisamente por lo anterior traigo a colación un fragmento poderoso de una conferencia dictada por Jaime Garzón en la Corporación Universitaria Autónoma de Occidente, el 14 de febrero de 1997 en Santiago de Cali: «Artículo 11: Nadie podrá ser sometido a pena cruel, trato inhumano o desaparición forzada, ¡imagínese esa vaina!, que en una constitución de un país diga eso. Eso es algo así como si uno llega a una casa de visita y dice: “por favor no se suene con el mantel”, uno dice: “¡no, pues los que viven aquí son unas bellezas!” ¿Sabe qué tradujeron los indígenas?, pedazo diez dos: “Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie ni hacerle mal en su persona aunque diga y piense diferente” ¡Con este artículo!, con ese que nos aprendamos salvamos a este país, por lo menos sus hijos van a tener un país mínimamente más agradable».
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