Columnistas
Sobre la Plaza de mercado Leopoldo Rother

Queridos lectores, colgando este cartel, me permito disentir:
Disentir, o sea tomar otra dirección después de reflexionar. “Sentir” y pensar de otra manera sobre algo. En este caso sobre este Bien de Interés Cultural.
Recientemente fue 20 de julio, y celebramos nuestra independencia. Sin embargo, ¿independientes de qué, o de quién, podemos decir que somos? Si nuestras acciones y palabras están dirigidas por lo que nos conviene. Que me vuelvan a invitar, que no vayan a creer que soy socialista, que no me tilden de revoltosa o de problemática. ¿Cómo puede una nación ser independiente, si sus ciudadanos no lo son? Hace poco tomé dos cursos de exploración del patrimonio e hice un Diplomado en Patrimonio Cultural para la Educación. Durante 7 años me formé en Humanidades. Parte de esa educación es una maestría del Instituto Caro y Cuervo. Durante 20 años, también en Humanidades, he sido profesora universitaria. Por tres años leí, investigué, escribí, dialogué, diseñé material sobre la Plaza de mercado de Girardot y sobre el PEMP. ¿Será que eso me da el derecho a disentir?
Históricamente, los carteles han sido usados como vehículo veloz y perdurable de ideas políticas (o sea, de ideas que llevan poder). Lo han empleado líderes honestos, lo han usado villanos, lo han usado otros cuyos motivos aún se debaten. Muchos son los que han mostrado su rebeldía o disensión, no colgando un cartel, sino arrancando los que había en los muros.
Entre algunos ejemplos de los buenos, de los que han usado el cartel con fines nobles, están el Movimiento feminista internacional, Martin Luther King Jr., Nelson Mandela, Angela Davis y el Movimiento estudiantil, en distintos países.
Entre los villanos indudables tenemos a Goebbels, a Benito Mussolini, a Joseph Stalin, a la triada de Kim Il-sung, Kim Jong-il y Kim Jong-un, a Rafael Leónidas Trujillo y… a una caterva de dictadores.
El cartel que hoy cuelgo, ya en su version definitiva, se lo mostré a un amigo que es publicista y a quien considero muy inteligente y sensible a las ideas. Lo vio y me dijo que no se entendía. Le expliqué el contexto, le dije que la plaza es un BIC, le conté a grandes rasgos qué es el PEMP (Plan Especial de manejo y Protección), le dije que ese plan está formado por 7 proyectos estructurantes, que son los PE 1, 2, 3 y 4; que hay dos Proyectos complementarios (los PC) y uno más, que es de Divulgación. Le conté cómo el PEMP es un mamotreto, fascinante pero necesariamente extenso, que nadie quería o tenía tiempo de leer. Y lastimosamente, pues cada uno de esos grandes proyectos reúne actividades fundamentales: un periódico de la Plaza de mercado, una feria de la cocina Girardoteña, cursos para los vivanderos, cualificación, etc. Esas eran las acciones más importantes, por las que se debió haber comenzado, por las que aún se puede empezar. Acciones que requerían poco presupuesto y podían impulsarse mediante alianzas, convocando a instituciones educativas, abriendo oportunidades de emprendimiento, visibilizando talentos.
—Ahora sí —me dijo él—. ¿Y el que no sepa?
¿Y por qué no saben? Porque no ha habido periódico, porque no ha habido mesas de trabajo, porque no ha habido la suficiente participación, representación y divulgación: de lo que es la Plaza, de lo que vale, de lo que es el PEMP, antes de intervenir, antes de colgar el aviso informativo de la obra. Cualquiera que se viera desplazado de su lugar de asiento, fuere su casa, su trabajo, su población, tendría miedo ante ese aviso amarillo, pero la razón principal por la que los vivanderos hoy temen, es porque no hubo un diálogo, bilateral, abierto ni incluyente. Y sin embargo se prometió que lo habría.
“Mejor comienza en la mente”: Para mí es clarísimo. Al que no lo entienda podría decirle —groseramente— que primero lea el PEMP y luego hablamos; que primero estudie lo que es la psique. No deberían empezar por la demolición, reconstrucción y restauración —en suma, cambios físicos y de orden arquitectónico e ingenieril— sin antes empezar por la psique, por la mente de las personas, porque ahí es donde se instauran los verdaderos cambios. ¿Cómo se pretende, además, realizar cambios estructurales en las piedras y en el metal, pero no en las normas sociales, no en lo administrativo, no en lo logístico? ¿De qué tamaño sería ese aviso amarillo si se demoliera —si por fin se renovara— el modo de Gobernanza de Girardot?
¿Por qué el pasado (los recuerdos) y el futuro (las proyecciones) son mejores que el presente? Miren las fotos antiguas de la plaza. En ese cuchitril inmundo, el Parque de La Constitución (que era un parque) ¡había árboles, había prado! Se podía caminar por allí, como lo hace una señora muy elegante en blanco y negro, de la mano de un niño. Y en el futuro… Miren las imágenes diseñadas en digital: ¡uno va a la Plaza en bicicleta! ¡Con el morral en la espalda y sin ojos atrás! Hay aire para respirar, la gente va conversando, o sea que… ¡se escucha! La gente va admirando algún horizonte. ¡O sea que hay algo que ver! Al que no entienda por qué disiento, podría decirle groseramente (según se ve que hoy toda vez que alguien es firme, es grosero) que vaya a mercar a la Plaza. ¡Sienta!: ¡huela!: todo huele a feo; ¡mire!: todo se ve feo; ¡escuche!: no se escucha nada y lo que se escucha es feo: feo. Esa no es la idiosincrasia de Girardot. No es verdad: no es la idiosincrasia del girardoteño ser vulgar, soez, sucio, mediocre, ignorante, ordinario e indolente. El que no conoce su historia, está condenado a repetirla, sí, pero también está condenado a que le laven el cerebro, quitándole sus valores, su identidad. El que no conoce su pasado se ve desprovisto de razones para debatir, para disentir.
Y si me equivoco, ¿dónde están los argumentos? ¿En qué momento el diálogo se convirtió en un privilegio que sólo se puede lograr con derechos de petición, con cabildos, con acciones populares? ¿No viene toda esta negativa, toda esta pereza de dialogar con la gente, de un profundo miedo? ¿Y en qué momento esa gente se volvió perezosa, acomodaticia y timorata, manipulable? Con la excusa de que los otros son corruptos, no barren su calle, no cuidan su árbol, engañan al otro. Entran todos al tiempo, de manera salvaje en esa dinámica invivible de ser “vivos”, de ser “despiertos”. Pero eso es estar muerto, eso es estar dormido.
Por eso ni siquiera deberíamos celebrar la independencia. Porque en realidad nunca se logró. Muchos siguieron siendo esclavos, por generaciones. A los que fueron robados no se les devolvió su patrimonio y muchos se convirtieron también en ladrones. Ahora lo que toca, como lo enseña Adela Cortina, es ser interdependientes. Ser tan inteligentes de superar la moral errada de los otros y hacer las cosas bien. Cooperar, co-laborar. Cultivar nuestros bienes internos.
El PEMP requiere difusión, porque vale la pena. Porque leyéndolo se puede comprender que la Plaza de Mercado Leopoldo Rother es una riqueza de los habitantes y visitantes de Girardot. Una riqueza que va mucho, pero mucho más allá del hermoso edificio con columnas en V y escaleras en caracol ubicadas en sus cuatro vértices (y eso ya es mucho que reconocer):
…Por la magnitud de los efectos que la Plaza de Mercado tiene y ha tenido en la configuración de la dinámica urbana de Girardot, es clara la necesidad de que ésta asuma su liderazgo natural en el sector del centro y genere a través de sus fortalezas espaciales, funcionales y simbólicas, un proceso de renovación del sector, como respuesta al proceso de deterioro físico, social y económico en el que se encuentra. En ese sentido, se visualiza el restablecimiento de la Plaza de Mercado como el proyecto más importante para desencadenar la transformación de este sector de la ciudad en el siglo XXI. Esto señala una nueva oportunidad histórica para volver a recrear ciudad, tal como ocurrió con la primera Plaza de Mercado y con el inmueble proyectado por Rother a partir de 1946. Este compromiso de la Plaza con la ciudad de Girardot configura el concepto central de la formulación: Plaza – Ciudad. (Tomo II del PEMP, pág. 8).
*Docente universitaria. Licenciada en Español e Inglés (UPN) y Magíster en Literatura Hispanoamericana (Caro y Cuervo), con trayectoria en humanidades y cultura, análisis del discurso, calidad educativa e investigación.
*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.