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¡Cuidarse de los falsos profetas!, premisa para votar

¡Cuidarse de los falsos profetas!, premisa para votar

Buen día amables lectores, hoy regresamos a tan prestigioso medio que nos brinda la posibilidad de expresar nuestras experiencias y pensamientos.

De la ciudad no nos hemos alejado físicamente, aún menos de recorrerla a diario y tratar de conocer más de sus escasas tradiciones, regulares costumbres y empoderados malos hábitos.

Así es, con don Pancho y sin la compañía de Rucio, y en mi caso con el grato recuerdo de Rocinante, recorremos calles y carreras, avenidas, parques, edificios públicos y senderos, reconociendo y descubriendo, en ocasiones, que lo que fue ayer, hoy es diferente en el sentido, no del paso del tiempo sino del descuido, desidia, desatención y desapego de los ciudadanos que parecen vivir el hoy sin importar el mañana, ̶ por lo menos en lo que a la ciudad respecta ̶.

¡Qué desorden, qué caos, qué anarquía! se vive no solo por metro cuadrado de lo público, andenes, calles, edificios públicos, comercio, parques, movilidad, inseguridad etcétera.

̶ ¿Hacia dónde vamos?

̶ ¡Ni han se sabe Don Quijote!

̶ Sí, don Pancho, ¡qué futuro tan incierto!

En ocasiones compartimos una taza de café con algunos contemporáneos nuestros, quienes, en su condición de pensionados, o por razones de salud se radicaron en Girardot y la premisa que apoyó su decisión de establecerse fue, «¡qué buen vividero!»; en el presente se escribe o se describe, al contrario, ¡qué buen vividero fue».

Cada día se aparecen nostalgias, se pierden añoranzas, sueños y objetivos, razón sencilla: los puntos cardinales de la ciudad están señalados por una brújula que no tiene norte.

Los seres humanos tenemos la posibilidad de enderezar, corregir o elegir nuevos caminos a título personal, pero cuando has puesto a consideración el nombre para una elección popular basado en propuestas realizables y el conocimiento del medio territorial y de la Administración pública, se siembran esperanzas entre los electores de que vas a obrar a conciencia, honestidad, planeación y acompañándote de los mejores en cada materia. Eso sería lo ideal, pero cuando se alcanza la meta en alcaldía o concejo desaparecen por encanto las bases, fundamentos, propósitos y «la mal llamada planeación», y sobre todo, se escurren los compromisos, se oscurecen las luces que guían y orientan y se aprovecha la brújula que no muestra el norte para administrar de manera caprichosa e inconsecuente la ciudad.

En donde comenzará a aparecer en el mandatario las frases, ¡yo soy el alcalde!, ¡aquí mando yo!, ¡a palabras necias oídos sordos!, ¡pues la decisión final, única e inmodificable la tomo yo! El yoísmo estará presente sonando y retumbando durante cuatro nefastos años para la ciudad y sus maltratadas comunidades.

Amables lectores, este capítulo no se cierra, queda mucha tela por cortar y sin añadidos. Mucho cuidado, mucho cuidado, mucho ojo, reflexión, análisis y mesura para tomar su decisión al votar.

Cuídense de los falsos profetas y encantadores de serpientes, la experiencia de los últimos 20 o 30 años han sido nefastas para la ciudad.

*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.