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Contra el coronavirus y el aborto, juntos por la vida

Contra el coronavirus y el aborto, juntos por la vida

Hoy, celebramos una jornada más en la cual se rinde homenaje a las mujeres. Es más. Es el mes dedicado a la Mujer.  Entonces se explota esa arista romántica de la mujer, a la que la Biblia define como “vaso más frágil”, partiendo de que el hombre es vaso frágil, y aparecen entonces los versos, poesías, canciones, flores y anillos que pretenden halagar su tierno corazón.

También se evocan gestas libertarias que les garantizaran los derechos al sufragio, al trabajo, a la educación, a la seguridad social, a ocupar cargos públicos, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.

Irrumpe esta celebración que identifica a la mujer con la vida, como cocreadora, vista desde todas las culturas, en un mundo donde campea la muerte; muerte que amenaza todas las entidades existentes: personas, animales, medio ambiente…y lo hace en diversas formas.

En 52 países amaneció el domingo 8 de marzo como testigo de múltiples manifestaciones femeninas pidiendo protección, seguridad de parte del Estado para cada ciudadana, y la igualdad entre hombres y mujeres.

Para mí, mujeres y hombres no son iguales; no existe igualdad entre mujeres como no existe entre los hombres; difieren ambos, en edad, contextura, estatura, raza y ya sabemos cuán disímiles son los rasgos humanos; hombres y mujeres deben ser iguales de derechos y oportunidades. 

Hombres y mujeres comparten una igualdad legal, política, profesional, social, familiar y personal, que antes, por tradición, se les había negado a las mujeres.

Dentro de esa no igualdad, el hombre cumple determinados roles, ya sea por creación cultural o de otra categoría y la mujer cumple los propios, pero el específico y diferencial: la procreación. En lo demás, los distintos roles pueden asumirse sin problema, como en realidad se ha hecho a lo largo de la historia.  

Es innegable que hombres y mujeres tienen las mismas capacidades, de ahí que en todas las disciplinas del conocimiento las mujeres puedan descollar son solvencia.  No quiero citar nombres, pero cada uno conoce mujeres que al igual que los hombres sobresalen en arte, en ciencia, en deporte, en economía, como administradoras del Estado, pero dentro de la especie, o raza humana la mujer tiene una función específica: la de concebir, mientras el hombre debe cumplir con la de fecundar y con esa finalidad cada cuerpo según su género, está dotado de órganos que lo posibilitan.

También comparto la idea de que independiente de su papel en la procreación, le asiste a la mujer el derecho a elegir ser o no madre; así como el hombre tiene igual derecho. En ese orden de ideas, ambos están llamados a la responsabilidad. De esa decisión nacen los derechos reproductivos que se mencionaron por vez primera en 1968 en la Conferencia de Teherán y en 1974 en la Conferencia sobre población, como derecho fundamental tanto de la pareja como de cada individuo o cónyuge dentro de esta. Como para entonces ya había cedido en el mundo la necesidad de poblar y repoblar la tierra, diezmada en su población por las constantes guerras, conquistas y pestes, se incluye la planificación familiar, dentro de esos derechos reproductivos.

No entiendo ese derecho fundamental que reclaman algunas mujeres a “hacer con su cuerpo lo que quieran”, reclamando así su derecho a abortar. Creo que más bien, tanto la mujer como el hombre tienen derecho a ejercer su libre desarrollo de la personalidad, como se sabe, sin perjudicar a otros, sin lesionar otros intereses jurídicos para beneficiar los propios. Si optan por ser padres, obviamente mediante una decisión responsable tomarán las medidas para que su familia crezca.

Si deciden lo contrario, recurrirán a la planificación familiar, y es claro que el aborto no es un método de planificación familiar, es un acto irresponsable, pues conociendo las consecuencias de una relación sexual, los seres humanos, hombre y mujer están en la obligación de tomar las medidas necesarias para que tras ese ayuntamiento no haya consecuencias, porque sabido es: la vida es sagrada.

Si la mujer, tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera, también el hombre, pero ¿el ser que se gesta dentro de ella le pertenece? Creo que no. Desafortunadamente ese pequeño embrión depende de la madre para su crecimiento hasta que llegue al punto de maduración que le permita una vida extrauterina autónoma, aunque dependiente de los cuidados de su madre; sin embargo es sabido, que han sobrevivido bebés con cinco (05) meses de gestión, que por necesidad y por tratarse de un embarazo de alto riego para la madre, tuvieron que depender de su vida en una incubadora; obviamente son casos extremos. Más recurrentes son los bebés que nacen a los siete (07) meses y con los cuidados necesarios, superan la emergencia y sobreviven.

A esta reflexión me conduce además la emergencia mundial que se vive por el coronavirus. ¿Por qué?

Porque los virus, que se sabe no pertenecen al reino animal, porque no se catalogan como seres vivos ya que solo participan de dos facultades de las células vivas: relacionarse con el medio y reproducirse, pero no autónomamente, sino que alojándose en una célula, son capaces de poner a la humanidad en jaque, causando la muerte en varios individuos, ¿qué valor no tendrá ese diminuto ser humano, indefenso, que acaba de empezar a vivir y a fabricar ese complejo de células, vasos, tejidos, órganos y sistemas  que conforman el cuerpo humano?

A mí personalmente no me hubiera gustado ser abortada. Y me atrevo a pensar que a ninguno de los lectores ni de los que promueven y pretenden despenalizar esa conducta.

En cambio la mórula que se forma en el vientre de la mujer, en su útero, después de que se unen el óvulo y el espermatozoide es un ser vivo, que entra en un proceso de división celular que da origen a los diferentes órganos que forman a la pequeña niña o al pequeño niño que tendrá vida independiente nueve (09) meses después y que como ser humano, no le pertenece a nadie, sino que para su protección depende la madre que lo concibió.

La mayor parte de las bacterias, que son seres vivos, miden entre 0.6 y 1.0 micrómetro, y la dimensión de los virus es más pequeña y solo puede detectarse por microscopia electrónica, mientras las bacterias pueden verse por un microscopio electrónico. El óvulo mide alrededor de 0.14 milímetros y puede ser visible y el espermatozoide posee una cabeza que mide de 5 a 8 micrómetros, es decir, más grande que una bacteria. Y su cola mide 50 micrómetros.

Esa información debería conducirnos a ser más reflexivas, menos impulsivas, a asumir nuestra sexualidad con responsabilidad, a ayudar a los hombres a ser más responsables y respetuosos del género humano y a no convertir al cuerpo femenino en una tumba. Es cierto, la mujer no debe correr con las consecuencias de un embarazo no deseado.

Así como la humanidad está preocupada por evitar el contagio con el coronavirus, hombres y mujeres deben evitar la concepción no deseada, no abortarla.

No podemos condescender con el libertinaje y la irresponsabilidad. Las mujeres, que reclamamos tantos derechos y los obtuvimos, no podemos seguir poniendo en riesgo la vida en clínicas clandestinas, para ocultar un error o una ligereza; la mujer se protege de la muerte cuando asume con responsabilidad su sexualidad y sus derechos reproductivos. Solo así recibirá el trato que merece y vivirá sin culpa.  

El ser humano ha agitado muchas de las posibilidades vitales del planeta y ahora dirige sus ojos hacia Marte u otro planeta que muestre posibilidades de vida, donde haya agua, y nosotros que tenemos el privilegio de la vida ¿nos convertiremos en la tumba de ese milagro?

Las tres (03) opciones que ha permitido la Corte constitucional en verdad son suficientes, para que cada mujer se acoja, pues no dependen de ella las malformaciones; tampoco es culpa suya ser víctima de violación y menos que su vida corra peligro por alguna circunstancia, aunque ahí, ameritaría una decisión de pareja, o de familia en el primer caso, pues ninguna es obligatoria. Siempre se puede pensar en la adopción.  

*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.