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¡Agredirnos no es un derecho!

Siempre encuentro en los fenómenos naturales inspiración para orientar el diario vivir; también en la riqueza que la creación nos proporciona a través de cada ser vivo, animal o planta, todos enriquecidos con bellos colores en sus plumas, pelajes y flores, y entristece entonces, ver cómo nos encasillamos entre el negro o el blanco, la guerra o la paz, siempre entre polos opuestos: olvidamos la extensa gama de colores y posibilidades que rigen el universo en ese espectro maravilloso de luz que es el arco iris. La luz que nos debe guiar a relacionarnos de manera asertiva con nuestro prójimo.
La sociedad se debate día a día entre la violencia, la agresividad, el uso de la fuerza para conseguir un bien para dominar a alguien o para imponer un pensamiento, creencia, autoridad…algo, negándonos el camino para transitar hacia la luz, hacia el blanco, hacia la paz. En ese camino hay mil posibilidades como los acuerdos, la concertación, la conciliación, la mediación, el ceder, el perdonar, el entender a cada quien, porque yo también necesito que me entiendan. Porque queramos o no, todos tenemos que caber en el mundo. Y esa diversidad lo hace maravilloso.
Lo grave de esta falta de entendimiento es el daño que se causa. La insana creencia, de que debe primar un punto de vista, una tesis o una filosofía genera daño, lesiona al oponente; no en vano nuestra historia es el relato de múltiples confrontaciones desde el descubrimiento de América: estamos combatiendo desde 1492; antes también sucedía, pero nos resulta más familiar y cercana esta fecha, en la que hablamos del Bicentenario. Somos la suma de muchas batallas.
Recordamos entonces períodos como la Conquista, la Colonia, la Independencia, que se vio empañada por el desafío entre grupos que pugnaban por imponerse entre ellos dando origen a la “Patria Boba”, luego La Gran Colombia y su disolución para dar nacimiento a la Nueva Granada. Períodos estos, matizados de disputas entre los americanos por el poder: unos por no perder el alto status obtenido por su vinculación con el imperio español y otros por exigir “el lugar que les correspondía” gracias al nacimiento de la república.
Y henos aquí, educando con violencia, tratando de hacer valer derechos “por la fuerza, considerando la violencia el mejor aliado para conseguir bienes nobles como la paz, la democracia, la libertad. La violencia como herramienta didáctica.
Se nos volvió normal y hasta correcto utilizar no solo la violencia física; también la psicológica, la verbal, sobre todo a nivel familiar llegando a escandalizarnos porque mediante un proyecto de ley la directora del Instituto de Bienestar Familiar propone emular la decisión del Parlamento Francés de prohibir las nalgadas y los gritos a los niños. Entonces clama la multitud enardecida: “¡¿Cómo, ya no podemos castigar a nuestros hijos?!”
Entendamos: se busca prohibir el castigo, el maltrato físico. No se prohíbe la corrección, la guía, la pedagogía correcta.
Podemos decirle lo mismo a un niño gritando que con voz moderada, pero el grito entraña maltrato, agresión, violencia.
Decimos impávidos que a nosotros nos dieron bien duro y aquí estamos. ¿Estamos bien? En su informe del 2018 la ACP, Asociación Colombiana de Psiquiatría, señala que 1 de cada 10 colombianos ha tenido o tiene un trastorno mental que perjudica su calidad de vida. De adolescentes a adultos de 1 a cada 6 personas presentan problemas de ansiedad, depresión, posible psicosis o convulsiones. Igualmente, 1 de 20 a 25 niños tiene trastornos mentales como ansiedad de separación, ansiedad generalizada, trastorno depresivo, déficit de atención e hiperactividad que ameritan intervención profesional.
Explica el Dr. José Posada Villa en su artículo “Problemas y trastornos mentales en Colombia” que: “…Además de ser muy comunes los problemas y trastornos mentales, producen gran sufrimiento y tienen graves consecuencias sociales, económicas y laborales. Sin embargo en Colombia no reciben suficiente atención.”
Estos son motivos suficientes para luchar contra la violencia. ¿Por qué debo con una palmada prohibirle a mi hija que le pegue a su hermano? ¿Suena lógico usar la violencia para impedir la violencia?
Y ¡ay! de que se diga que la Corte Constitucional estudia la posibilidad de limitar y censurar los insultos en las redes sociales. ¡¿Cómo, nos van a limitar la libertad de expresión?!
¿Acaso para comunicarnos necesitamos la agresión verbal. Es necesario lastimar a otro porque no piensa o siente lo mismo que yo?
Hablando de blanco y negro, una corriente social y política busca implantar la pena de muerte, otra la cadena perpetua. Mecanismos que causan daño, que intentan resolver los problemas causando el mayor daño posible a través de la venganza.
¿Para qué pena de muerte si todos los días hay un muerto en Colombia. Si “el linchamiento es una forma de justicia social” aceptada como necesaria?
Mientras en España entre los años 2010 a 2012 hubo 632 asesinatos, es decir, 316 homicidios por año, en Colombia hubo 12.626 en el año 2014.
Bienvenidos los proyectos de ley y los fallos que incentiven un cambio de mentalidad, donde no todo se resuelva a través de la fuerza, de la violencia, de la imposición; sobre todo buscando anular al otro, al oponente.
El derecho a maltratar no existe, tampoco el derecho a insultar. No los establezcamos. Mejor desarraiguemos cada uno de estos comportamientos.
Resolvamos nuestras discrepancias en las redes o en cualquier otro ámbito de una manera diferente al insulto, a la ofensa, al daño. El daño causa resentimiento, lesiona la dignidad humana tanto como el golpe o el grito. Todos son formas de violencia y nada mejor que empezar a educarnos en la no violencia con nuestros niños; que el diálogo en familia, en cualquier otro grupo social vaya hasta el respeto y la tolerancia en las redes sociales.
Tan diversos como son los seres, son los matices que llevan a acuerdos, pactos, acercamientos, etcétera. Así enriquecemos nuestra vida. Le damos colorido a nuestros días. Hacemos más agradable muestro entorno y amable la relación entre todos.
Con la no violencia podemos colmar nuestra vida de la energía que le imprime el amarillo; la confianza, constancia y autoridad del azul; la protección, estabilidad y seguridad del café; el amor del rojo; la alegría, la creatividad y el éxito del naranja y para que no veamos con desdén a los grises ni los identifiquemos como tibieza o mediocridad, ellos significan pureza y bondad.
Cuántos atributos y virtudes traen la práctica de la no violencia y el respeto por el otro.
*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.