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A todos los colombianos (as)

A todos los colombianos (as)

Colombia vive un momento histórico. El presidente Iván Duque, elegido en 2018, tal como se advirtió, es otro más de la lista de los gobiernos que desde hace veinte años, ha bloqueado la posibilidad de futuro al país. Lo único que ha posibilitado Duque, ha sido que pase el tiempo, aumente la decepción y el inconformismo hasta lograr un estallido social en medio de la pandemia, donde se hizo más notoria la  inescrupulosa  riqueza de muy pocos de la mano con la corrupción que humilla y niega el derecho al porvenir de la mayoria de colombianos, esos que William Ospina llama “la franja amarilla”, la franja poblacional que se cansó de padecer y esperar ese futuro anhelado que le ha impedido una clase política mentirosa, indiferente y desconectada de la realidad nacional.

Todos en campaña prometen hacer realidad ese porvenir soñado por los más humildes y necesitados, promesa que termina el día de las elecciones, pues después del festín electoral, nuevamente el ciudadano de a pie se estrella con la trágica realidad y debe seguir postergando no solo sus sueños sino también los de sus hijos. A cambio, crece la miseria, el desempleo, la falta de oportunidades educativas y laborales para los jóvenes, los hospitales se convierten en negocio de empresas privadas o cierran por falta de recursos, el derecho a la salud sigue siendo un privilegio de pocos, la corrupción se roba los recursos del pueblo; el derecho a la vivienda, agua potable, saneamiento básico y la educación no llegan a los sectores populares urbanos y menos a la ruralidad.

Despues de más de 30 días de paro, el gobierno nacional sabe que se enfrenta a una fuerza que quiere cambiar la historia del país. Nuestros jóvenes, esos que están resistiendo el paro en primera línea, se cansaron de esperar ese provenir y ese futuro alcanzable solo para los hijos de la misma élite que les arrebata a ellos sus posiblidades. Estamos frente a unos chicos y chicas que con gran valor y dignidad, exigen un lugar en este país, no están dispuestos a retroceder, no tienen miedo, no los ha frenado ni la represión, ni la violencia con la que el gobierno y ciertos sectores les han respondido, en vez de escucharlos y sentir empatía por sus reclamos. Estos jóvenes saben que tienen todo por conquistar y nada que perder, porque todo les ha sido arrebatado desde antes de nacer. No son vándalos, son seres humanos con derechos y deben ser reconocidos como ciudadanos e interlocutores válidos en todo momento y lugar, no solo en las elecciones.

Iván Duque y su gobierno no saben escuchar, no quieren negociar, Duque  pretende hacer lo que mejor sabe: dividir. Por eso estigmatiza, señala, acusa y militariza las ciudades,como lo hizo con el decreto 575 del 28 de mayo, no le importa enfrentar a jóvenes uniformados y armados, defendiendo la riqueza y privilegios que no conocen, contra otros jóvenes pobres y sin oportunidades, armados solo de valor, piedras, sueños reprimidos y con hambre que defienden solo sus sueños.  Producto de esa polarización generada por el gobierno que sataniza la protesta, tenemos cifras aterradoras de violación a los derechos humanos, 3.405, denuncias contra la fuerza pública (Temblores, mayo 27, 2021). Situación muy grave, el Estado estaría incumpliendo el contrato social y dejando de lado su tarea fundamental de  proteger la vida y garantizar el Estado de Derecho. Como si eso fuera poco, la CIDH relaciona 132 casos de desapariciones en lo que va corrido del paro.

Como consecuencia de esa polarización social, aparecen los que se tildan como “ciudadanos de bien” armados y protegidos por la fuerza pública, disparando a los manifestantes, muchos de los cuales son jovencitos hijos e hijas de las  mujeres humildes que limpian sus lujosas casas. Ah, pero también salen a marchar con impecables camisas blancas y en silencio, ese mismo silencio que impera en este país ante la injusticia y la impunidad que tanto duelen.

Precisamente en este momento histórico,  después de tantas vidas ofrendadas es deber de todos los que  soñamos con una nación equitativa y justa, donde los impuestos que nos cobran se materialicen en el estado social de derecho,  donde el futuro se haga presente y no sea lujo ni privilegio de pocos;  no permitir que este grito de inconformismo sea silenciado a sangre y fuego. Por ello, el paro no para hasta que el gobierno cese la masacre, escuche y solucione sin dilaciones el pliego de emergencia. No podemos ser indiferentes ni indolentes ante lo que está pasando, debemos juntarnos hombres y mujeres, indígenas, campesinos, afros, trabajadores, estudiantes, jóvenes, maestros, camioneros, todos y todas para construir una nueva historia y el país que nos merecemos.

Viva la vida!!!

*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.