Columnistas
El ejercicio decente del periodismo

El periodismo ha sido considerado durante años una de las principales formas de darle “voz a los que no tienen poder”, aunque suene a frase cliché; al parecer ni siquiera por esto se le ha atribuido ese sentido comunal que debería caracterizarlo.
Anteriormente, conseguir y difundir información era casi que imposible, pues sólo se dependía del teléfono fijo que casi nunca replicaba y de una vieja grabadora de casete para conseguir información de las fuentes. Sin embargo, pese a estas «limitaciones» la labor del periodismo se mantuvo fuerte y vigorosa. Pues eran más los periodistas empíricos movidos por la verdad, como el recordado Jaime Garzón, un periodista innato que con su gran sentido del humor y un sutil tono sarcástico no ocultaba nada, que los periodistas sesgados por las diferentes elites.
En la era de los millennials, todo ha cambiado. Desde las herramientas utilizadas para entrevistar hasta la manera de informar, pues la era digital ha sabido influenciar muy bien las diferentes masas; ahora sólo basta con tener un celular de última tecnología y ya está. Desde allí se tiene acceso al contacto con la fuente, la grabación de la entrevista y se comparte con los demás colegas del gremio.
No obstante, sin importar la época, los periodistas y demás profesionales de los medios de comunicación se enfrentan a muchos peligros por la naturaleza misma del trabajo ya que con frecuencia se dice que la primera víctima en un país como el nuestro, es la verdad. Los informes precisos e imparciales son el punto clave para que las diferentes elites quieran restringir información sólo porque se ven perjudicados. De tal manera que el interés público en la era de la información, las imágenes y las noticias tienen un impacto decisivo en la manera en que se quiere conocer la transcendencia de determinado tema y es por ello que la profesión del periodista se ha convertido en una permanente supervivencia.
Vale la pena mencionar que la obstrucción de la labor periodística se ha vuelto tan frecuente que resulta alarmante y preocupante; y el espectro de las interferencias es amplio abarcando desde la negación del acceso, la censura y el acoso, hasta la detención arbitraria y los ataques directos contra los periodistas.
En Colombia, según un artículo publicado el 7 de febrero de 2018 por la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) han asesinado a 155 periodistas por razones propias del oficio, dejando al país en el segundo puesto en América (luego de México) con mayor número de casos de periodistas asesinados, muchos de ellos víctimas del afán de denunciar las violaciones a los derechos humanos, el crimen organizado, la corrupción y las injerencias políticas que rodean al país. Sin olvidar que la gran mayoría de las investigaciones para esclarecer sus asesinatos se estancan y en ocasiones son obstaculizadas por autoridades corruptas. Casi todos estos crímenes permanecen impunes hasta la fecha, debido a la falta de voluntad política y de un sistema judicial eficaz.
LA ERA LIGHT
Otro de los grandes peligros del periodismo son los contenidos vanos de los cuales se están inundando las redes sociales, páginas web e incluso reconocidos medios de comunicación, ya que se limitan a emitir una información entretenida y sensacionalista más no constructiva e incluyente.
Encontramos reinas de belleza presentando noticieros nacionales, aunque bien, no se dignifica la profesión; pues el valor inicial se ha perdido con el tiempo y los diferentes cambios digitales. Por ello, son muy pocos los periodistas que enfocan su labor a realizar seguimiento e investigación de las problemáticas actuales, ya que para emprender el arduo camino por el periodismo investigativo es demasiado costoso y para la industria de la comunicación es poco rentable.
En el contexto local, Girardot es considerada como una «ciudad turística» y cuna de un gran número de periodistas empíricos y profesionales, que frecuentemente caen en la mala costumbre de ser tendenciosos y amarillistas (sensacionalistas), porque mal que bien al final de la labor es lo que genera ingresos.
Aunque se tiene la facilidad de tener un rápido acceso a diferentes lugares que son noticia, la forma de emisión casi siempre se ve tergiversada por intereses económicos y políticos, olvidando que los periodistas están en la obligación ética y moral de diversificar la profesión por respeto a sus audiencias. Un tema es opinar y otro informar; en Colombia se tienen errados estos dos conceptos, pues se cree que opinar es agredir al que no piensa de la misma manera como nosotros, y que informar es maquillar la realidad.
Tanto así, que se ha llegado al colmo de la desfachatez y la desidia en la profesión permitiendo que, en muchos de los casos, determinada fuente oficial llame al periodista para filtrar información que finalmente es publicada sin confirmar, sin confrontación de fuentes, sin pasar por ningún tipo de filtro y sin un riguroso trabajo de investigación. Ahí es en donde el comunicador o periodista termina siendo utilizado por su fuente y faltando a su ética profesional.
En estos momentos es cuando existe una necesidad enorme de hallar sentido al ejercicio del periodismo en el país y sus regiones, pues los periodistas han perdido el control sobre la información; si bien es cierto que en la era digital el celular se ha convertido en un gran amigo del comunicador por la cantidad de flujo de información que circula y la velocidad con la que podría ser compartida, también se debe tener en la cuenta que este equipo móvil se ha convertido en el principal enemigo de los comunicadores, ya que la gran mayoría de información que circula a través de él son fake news (noticias falsas). Por tal motivo, se crea la necesidad de ser más riguroso para no caer en el error del amarillismo y lo tendencioso. Los medios no pueden atreverse a romper sin ningún tipo de escrúpulos la confianza que les han otorgado sus audiencias.
LA POLARIZACIÓN DE LOS MEDIOS
El periodismo en el país está en crisis. Los medios se han encargado de llenar de miedo y pánico a la gente a través de narrativas contaminadas por el odio y una fuerte polarización social que invade cada uno de los rincones en las regiones del territorio nacional. Hay quienes se autoproclaman de ser objetivos en el ejercicio periodístico, cuando el periodismo objetivo no existe sencillamente porque no es una condición humana. Se habla de periodismo ciudadano, cuando permanentemente se vive haciendo eco de las acciones del gobierno de turno; se dice que los medios son la voz de los que no tienen voz y por el contrario termina convirtiéndose en la voz de los que tienen poder. No se puede concebir que el periodismo continúe narrando las noticias como una historieta en donde existen héroes y villanos. Esto es un llamado a separar lo publicitario de las narrativas en el ejercicio periodístico, tanto en Girardot como en el resto del país. Los medios de comunicación están en deuda con el país porque no han hecho la tarea como debe ser.
La cultura de la honradez, la diversidad intelectual, la conciencia social y el compromiso por la profesión son principios innegociables. Se debe salir de las narrativas del odio, se debe propender por la diversificación de fuentes, pensar en las audiencias por encima de los intereses del medio, dejar de perder el tiempo en la infobasura, mandar al olvido los antivalores, la mentira, la manipulación y dejar de utilizar los micrófonos para cazar peleas. Contar con más variedad de estilos y no dejar a un lado la reportería como la esencia fundamental del ejercicio de la profesión. Así se construye una verdad.
El periodismo de hoy en las regiones del país está llamado a reinventarse diariamente con nuevos contenidos, nuevos estilos, nuevas formas de contar, y para ello hay que ser coherente con lo que se piensa, se dice y se hace. Mientras los abogados defienden la justicia, los médicos defienden la vida, los periodistas están llamados a defender la verdad con vocación, pasión, espíritu de investigación, confrontación de fuentes y persistencia.
Por último, no se debe olvidar que cuando el periodista mete los pies en el lodo para informar, cuando palpa la sangre derramada por la guerra absurda del país, empieza a encontrar sentido y esencia al mismo ejercicio de la profesión, dando argumentos y bases sólidas para confrontar la realidad en los territorios. Contando historias que logren despertar sensaciones y reacciones a los oyentes, televidentes y lectores, generando sensibilidad y una conexión que finalmente se verá traducida en la fidelización de las audiencias.
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