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¿Progresan los afrocolombianos en proporcionalidad con sus conmemoraciones?

Llama la atención cómo las conmemoraciones en diferentes espacios históricos se convierten en antagonismo de lo que se celebra.
En Colombia desde hace varios años se ha emprendido una cruzada, ojalá fuera cierta, ubicando en la cima de prioridades a los negros y comunidades vulnerables. También, entonces, hay espacio para la comunidad afrocolombiana, raizal, palenquera, indígena y gitana.
Es evidente la manera como medios oficiales de comunicación masiva han pretendido demostrar un marcado interés y tiempo de divulgación a documentales y programas que sugieren enaltecer y rescatar el valor cultural e histórico de cada una de estas etnias.
Lo que causa hilaridad de esta vocación acuciosa por transmitir documentales o seriados sobre temas étnicos, es que están programados para insomnes y sonámbulos. Emisiones como Cimarrones; Drachi drúa; Wayuu, gente de arena; La Guajira del palabrero o Aislados, que se emiten por Señal Colombia, tienen su horario desde la media noche, hasta las dos de la madrugada. Es decir, en la franja para adultos, junto a Switch, «el morbo magazine» en Cinema+, o la película erótica de la media noche en Multipremier.
Pueden existir más ejemplos para explicar que esa «cruzada» que se ha emprendido para rescatar y «reivindicar» nuestras etnias, no pasa de ser un espacio más en la mentirosa espiral de hacer ver al público lo que para el Estado es invisible.
A esto paradójicamente se suma la posición exclusiva y equivocada de algunos líderes y lideresas de estas comunidades malinterpretando conmemoraciones como la del Día de la Afrocolombianidad (21 de mayo), o Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora (25 de julio), asumiendo un rol de vedettes con la mejor sonrisa, la mejor pose, la mejor selfi, frente al mejor plato de comida, la mejor prenda de vestir, el mejor paisaje, sin que nada de esto contribuya a la lucha por la recuperación del espacio social, laboral, económico, cultural, educativo, que por siglos han sido saqueados y negados, sin que se hayan alcanzado cambios profundos que reduzcan la inequidad y las diferencias abismales entre los territorios de estas comunidades y otros sí privilegiados y reconocidos social y políticamente.
Encontré casualmente una frase que cae como anillo al dedo: «Las conmemoraciones, ya sea personales o sociales, sirven para hacerse preguntas. Para muchas otras cosas también, claro, pero lo esencial es aprovechar las fechas e indagar en ellas sobre nosotros mismos, ver si podemos sostener un espejo durante lo que dura la celebración, en un paréntesis del entusiasmo, para preguntarnos por el camino recorrido, por el camino por recorrer, y por nuestro papel en ese camino».
No son las conmemoraciones, ni de lejos, sinónimo de fiesta, algarabía, comelona y gozo, a no ser que se haya cubierto en un trecho importante el camino por recorrer, acercándose al objetivo principal.
Si hablamos de negros y afrocolombianos, por ejemplo, los logros alcanzados no son suficientes para sentir la satisfacción de la labor cumplida. Aún no despuntan los ejecutivos negros en los altos mandos de las grandes empresas nacionales e internacionales. Tampoco abundan los generales de la República o los ministros y ministras «de color».
A propósito, por lo general el único cargo en el que nombran a una ministra o ministro afrocolombiano en el país es en el Ministerio de Cultura. Parece escriturado de manera pintoresca y alegórica, cumpliéndose al pie de la letra la contradicción de la realidad. En síntesis, es una simbología eufemística, incomprensible e intraducible.
Y cuando se crea que las comunidades negras en Colombia han alcanzado el nivel de vida que merecen comparado con el resto del país, basta con lanzarle una mirada al Chocó para comprender lo que anotaba anteriormente: los logros alcanzados no son suficientes para sentir la satisfacción de la labor cumplida.
Según el DANE en el Censo de Población y Vivienda 2018, en accesos a servicios públicos, así se encuentra el departamento del Chocó frente al resto del país.
Una vez vistos estos números, que demuestran a las claras que los documentales a media noche no cambian una realidad ancestralmente miserable, ni las «buenas intenciones» de gobiernos ni Estado, ni los egos e intereses de algunos líderes y lideresas que trabajan más por su bienestar que el de las comunidades, se debe entender que hay que cambiar el sentido de las conmemoraciones.
Conmemorar con becas de educación superior, pregrados, conversatorios sobre autoestima y reconocimiento, fundación de bibliotecas y centros de estudios para negros, clubs de lectura infantil sobre literatura tradicional, talleres de lecto-escritura y tradición oral, por ejemplo.
Hay que apuntar al acceso a la educación superior, para llegar a trabajos bien remunerados y dignos. Obtener vivienda digna, y si conforma una familia, educar de la misma manera a sus hijos, para romper esa cadena secular de pobreza, transformando una realidad indecorosa e injusta.
Solo entonces, las conmemoraciones pueden ser motivo de fiesta, risas, alegría. Principalmente para aquellos que, desde Facebook, las selfis y los congresos, dicen luchar incansablemente por «sus comunidades».
*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.