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La letalidad es de la estupidez, no de la enfermedad

Pocos pueden negar que la situación mundial actual es compleja. La vida terminó siendo un pábilo que en cualquier momento se desvanece y apaga; y si no queda a oscuras nuestro aposento, entonces posiblemente el del vecino o más allá, en la esquina en donde se apeñuscan todas las desgracias humanas.
Pero esto no ha sido óbice para que la estupidez se exhiba oronda por las calles, a sabiendas de que cualquier traspié puede significar una enfermedad que ya ha arrebatado en el mundo 16 365 vidas a hoy, de las cuales 3 pertenecen a Colombia, que a la fecha presenta 378 casos confirmados.
Una estupidez que no atenta contra la «grandeza del hombre», ni contra el conocimiento absoluto de la vida, sino contra la vida misma. ¡Una estupidez asesina, victimaria, criminal!
Las fotografías de lo que ocurría hoy en Girardot alrededor del medio día son desconcertantes, miedosas, deplorables… ¡lamentables!
¿Quién puede determinar la necesidad de cada uno de los que se arriesgó con su vida y la de sus familias al sumergirse en esa multitud, que en lugar de guardar un metro de distancia, se adhiere en filas interminables como desafiando el virus, como desmintiendo a la ciencia, como pisoteando las estadísticas, como despreciando a la vida?
Seguramente existían urgencias que implicaban tener que arriesgarse, pero también, y se evidencia en las fotografías, hubo personas estúpidas turismeando por el centro de Girardot, desobedeciendo la orden implementada por el gobernador de Cundinamarca y avalada desde presidencia de la República.
Hoy la estupidez se ha entronizado majestuosa y orgullosa, sin reparos. Hoy perdimos todo el esfuerzo y el trabajo que se realizó el fin de semana con el simulacro vital que lanzó Claudia López, alcaldesa de Bogotá, y que acompañó inteligentemente Nicolás García, gobernador de Cundinamarca.
Porque de no haber sido por ellos, Girardot hubiera sucumbido entre visitantes irresponsables que hubieran arribado en multitud para mearse en las esquinas, aglomerarse en el parque Bolívar, parquear en zonas prohibidas, y por supuesto, exponer en un alto grado al contagio del COVID-19.
Si señores, hoy perdimos todo el esfuerzo por evitar el contacto de persona a persona, por mantener las grandes superficies, las entidades financieras, los almacenes de abarrotes con el mínimo de personas como clientes.
Posiblemente porque no se tomaron las medidas adecuadas en el momento preciso. El menos vivo de los tontos sabía que las personas, por su angustia, necesidad o ignorancia, iban a desbocarse después de un puente festivo con restricciones de movilidad. Máxime cuando se había anunciado el Aislamiento Preventivo Obligatorio por diecinueve días a partir de la media noche del miércoles 25 de marzo.
¿Cómo entender qué pasa por la cabeza de las personas que pudiendo quedarse en casa salen a farolear al centro de la casi ciudad? Sí, se entiende que los jóvenes son el segmento de menor riesgo, ¿pero es que acaso no viven con sus ancianos padres, con sus abuelos?; ¿los padres de sus mejores amigos son quinceañeros, inmunes, inmortales?
Gente me llamó todo el día enviándome fotografías y manifestándome su ira, su miedo, su temor, su decepción, su tristeza, al observar que el martes 24 de marzo fue el antagonista del fin de semana que recién terminaba.
Claro que la gente pensó en sus mercados, medicinas, divisas, encomiendas, galguerías. Por eso, porque el ser humano es egoísta y proclive a la paranoia y a la hipocondría en demasiados casos, era el alcalde con su gabinete el que debió prever la situación y haber implementado la medida del Pico y Cédula, que municipios más provincianos y más pequeños que nosotros adoptaron con un alto nivel de responsabilidad administrativa y sensibilidad.
Valle de Aburra, Envigado, Copacabana y Rionegro en Antioquia; Floridablanca, Girón y Piedecuesta en Santander; Jamundí en el Valle del Cauca; Yopal en el Casanare; Santa Marta en Magdalena; Tunja en Boyacá y en el departamento del Cesar, Mariquita en el Tolima.
¿Qué debemos pensar? ¿Qué son más avispados que nosotros?, ¿que están mejor asesorados?, ¿que son adivinos afortunados?, o que ¿realizan su trabajo con análisis y proyecciones científicas que los ayudan a tomar decisiones acertadas?
De poco sirve que a la fecha no exista reporte sobre un infectado en Girardot, si se ha sido descuidado en las medidas (no se dio el cierre de la ciudad desde el 13 de marzo), laxo en los controles (el pie de fuerza no controló toda la casi ciudad el fin de semana y la Terminal de Transporte fue un satélite de los buses que dejaban pasajeros por todas las vías del municipio); descuidado en la previsión (el Pico y Cédula para el martes 24 de marzo era indispensable).
No es momento de aplausos ni de disculpas por las medidas drásticas que hay que adoptar. Los aplausos llegarán, si es que se merecen, dentro de siete u ocho meses cuando sepamos realmente qué sucedió y de qué manera se pudo contener la propagación.
Con cero casos en el momento, no hemos empezado nuestro viacrucis, que si no se atiende tranquila pero inteligentemente, puede convertirse en un infierno en donde la estupidez reine glamurosa y se siente impávida y soberbia en los espacios que queden sin cuerpos, ni almas, ni dolientes.
Nota: Por respeto a las personas que aparecen en las fotografías me abstengo de publicarlas.
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