Columnistas
Hay personajes de personajes

La primera condición sine qua non para ser Personaje del Año es no aspirar a serlo, y mucho menos emprender una cruzada virtual para alcanzar un reconocimiento que solamente decorará el ego, y nada más.
Los personajes positivos, porque también los hay negativos y abundan, como unas de sus excelsas virtudes que tienen son la humildad y la modestia. Características no sobresalientes, sin lugar a dudas, en aquellos con cuadros clínicos de megalomanía.
Nadie con sensibilidad y vocación filántropa emprende una misión para beneficiar a la humanidad, y posteriormente autopostularse como Personaje del Año, o apurar a la ciudadanía para que lo elijan a toda costa.
Con los medios de comunicación también sucede algo similar. Como actores indiscutibles en la construcción de opinión debemos definir claramente qué significa ser el Personaje del Año de una ciudad o del país. Qué incidencia y que tanto influyen las acciones y decisiones que permiten que alguien sea reconocido como tal.
Si desde la prensa se propicia que el significado se vaya debilitando hasta terminar postulando «personajes» de poca monta, vulgares, fantoches, pendencieros o de dudosa transparencia moral, entonces no se puede esperar a futuro que se entienda la importancia que tienen las personas y las instituciones en el difícil compromiso de ir más allá de lo preconcebido, sin pretensión alguna, para transformar la realidad de miles o millones de personas.
No es sano convertir el reconocimiento del Personaje del Año en un festival mediático irresponsable para satisfacer simpatías y propiciar enfrentamientos grotescos de quienes, precisamente por lo mismo, no merecen ser ungidos ni entronizados como invaluables adalides y ejemplos para la sociedad.
Además, alejándome un tanto del tema principal pero ante la necesidad de sentar el precedente, elegir a la persona más influyente de cualquier ciudad es un primer ejercicio de análisis y coherencia para que cuando llegue el momento de tomar partido por alguno de los candidatos a la alcaldía, se haga con la cabeza puesta sobre los hombros y claridad meridiana, y no arreado por emociones ajenas o rumiadas por terceros que se terminan regurgitando como verdades absolutas.
Retornando al tema principal revisé algunos personajes que la revista Time reconoció en años anteriores teniendo en cuenta la influencia que tuvieron en la vida de miles y millones de personas:
Inolvidable la joven activista de dieciséis años, Greta Thunberg, que impresionó al mundo con su enérgica posición frente al cambio climático. El Time la nombró «líder de la próxima generación» en el 2019, y destacó en su momento que «ha inspirado a 4 millones de personas para que se unieran en una huelga global por el clima […]».
En el 2018 el privilegio fue para «los guardianes de la verdad». Destaca a «cuatro periodistas o medios de comunicación que han sido perseguidos o asesinados por denunciar con su trabajo situaciones de injusticia». Así reconoce la responsabilidad profesional y la entrega de quienes desde el ejercicio del periodismo en el mundo exponen sus vidas por defender la verdad.
Las mujeres, en especial el movimiento #Me Too, y algunas vertientes, por denunciar y emprender una fuerte campaña contra los abusos sexuales fueron las Personas del Año 2017.
Ángela Merkel, canciller alemana, fue reconocida en el 2015 como Personaje del Año por su importante participación en el caso de la crisis de los refugiados, el conflicto de Ucrania y, por último, en las negociaciones en la deuda griega. Todo en un mismo año.
Y hacia atrás aparecen quienes arriesgaron sus vidas combatiendo el ébola, o el expresidente Obama en su segunda reelección como presidente afroamericano de los Estados Unidos. Y para concluir este párrafo con un mensaje universal, el Personaje del Año para la revista Time en el 2011 fueron los manifestantes. Aquellos que participaron en la Primavera Árabe, las manifestaciones en España o Rusia. Un claro mensaje al reconocimiento de una mayoría «por redefinir el poder de la gente» alrededor del mundo.
No se puede pretender que lo mismo ocurra en la provincia. Que aparezcan de la noche a la mañana figuras insignes que influyan en los destinos del mundo. Pero sí al menos es apenas razonable que quienes destellen hayan realizado obras significativas para una gran parte de la comunidad, o al menos, por su resiliencia, abnegación y sacrificio protejan a su familia de la enfermedad y la pobreza.
Por eso los Personajes del Año para mí, de Girardot, son en primer lugar y con altos méritos todas las personas vinculadas al sector salud, que cada día, sin excepción, se exponen al contagio del COVID-19 sin pretensiones narcisistas y sí, en cambio, con un alto grado de altruismo y sacrificio sin medida. Abnegados en su trabajo cambian las selfis por el anonimato y la vocación.
Mis Personajes del Año son los transportadores del servicio público legalmente constituidos, que todos los días con escasos elementos de protección se arriesgan al contagio prestando un servicio indispensable para la movilidad y el funcionamiento normal de la casi ciudad.
Son mis Personajes del Año los empleados que aún desde el Aislamiento Preventivo Obligatorio, algunos amenazados por sus capataces y verdugos, urgidos por no perder su empleo continuaron cumpliendo horarios, aterrorizados por contagiarse y contagiar a sus familias al final de cada jornada.
Éstos, y todos aquellos que de manera desinteresada y noble han aportado a la estabilidad de esta sociedad girardoteña en la mayor emergencia de inicios del siglo XXI, son mis Personajes del Año.
Las mejores o los mejores amantes no son los que se ufanan de serlo, sino a los que se les reconoce tal virtud. Así sucede en todos los campos.
*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.