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Colombia sí marchó

Colombia sí marchó

Hablar de la marcha de protesta efectuada en una importante área del territorio nacional no es fácil por la disimilitud de perspectivas y concepciones que cada uno tiene sobre el tema. Están los que viven en zona de confort propia, los que defienden zonas de confort ajenas, y los que exigen de acuerdo a su realidad cada vez menos prometedora.

En otras palabras, un sector importante del país verá el vaso medio lleno y el sector restante, sin contar los que nunca opinan porque nunca les ha importado estar boca arriba o boca abajo, verán el vaso medio vacío.  Yo, por lo visto en el transcurso del día y primeras horas de la noche de ayer jueves 21 de noviembre, contemplo un país medio lleno… ¡de marchantes!

Las imágenes transmitidas por medios de comunicación nacional mostrando los caudales de personas que se lanzaron a la calle en Bogotá, Bucaramanga, Cali, Mocoa, Barranquilla, Santa Marta, por enumerar algunas ciudades, son testimonios irrefutables del descontento que grita un gran sector de colombianos.  Sin hablar de las manifestaciones que se adelantaron en otros países, que sin ser numerosas sí son representativas desde la óptica internacional.

Sería un error imperdonable y torpe salir a decir que el pueblo salió en masa engañado como niños asustadizos, o utilizado como borregos, o amenazado por fuerzas invisibles.  El gobierno tiene que entender y aceptar, dentro de una lógica equilibrada, que si la voz del pueblo es la voz de Dios, entonces tiene que sentarse a revisar su agenda de gobierno, su brújula de viaje, sus radares de percepción, para poder enderezar lo que consideren que aún se puede corregir, no en detrimento de intereses nacionales, sino atendiendo reclamos, quejas, descontentos, exigencias de un numeroso sector del país.  

Porque muchas de las políticas económicas, sociales, educativas, de salud, medioambientales, no pueden tomarse autoritaria y arbitrariamente, cuando existe un precedente, como el de ayer, que dejó sin argumentos la satanización y el señalamiento delincuencial que un sector del Estado hizo sobre el paro y las marchas, volviendo nuevamente al juego equivocado de señalar a los participantes de ellas como los malos del paseo y a los que las rechazan, amigos de Colombia. ¿Debemos entonces, después del 21 de noviembre, preocuparnos porque de acuerdo a esta teoría y frente a la realidad parecen ser más los malos que los buenos?

¿Más cuando aún a las nueve de la noche en Bogotá y otras ciudades se dio de manera espontánea un cacerolazo sin precedentes?  Miles de personas demostraron su inconformidad y disgusto con algunos temas del gobierno nacional, golpeando sus cacerolas, olletas, sartenes, transitando vías principales; también a través de videos publicados principalmente en Twitter, desde lo alto de los edificios, en cada uno de sus apartamentos, se pueden apreciar a varios de sus habitantes, incluso familias enteras, participando pacíficamente de esta forma de protesta. 

El presidente Duque no puede cometer un error histórico, que además puede fermentarse con el tiempo en otra clase de descontento, haciendo oídos sordos a una jornada que muy probablemente tomó formas y dimensiones no calculadas por él, sus asesores y azuzadores de partido.  Todo parece indicar, de acuerdo a su discurso de anoche, en donde afirma, «Hoy hablaron los colombianos, y los estamos escuchando», que comprende la trascendencia del movimiento popular y su intención por un diálogo que construya alrededor de la sociedad en general.

Es la mejor oportunidad que se le presenta para que se desligue de consejos represivos con sentimientos paranoicos, y establezca un gran diálogo nacional en donde las preocupaciones del pueblo queden resueltas con respuestas sinceras y soluciones tangibles.

Que esta gran demostración pacífica de verdadera democracia sea el inicio de un camino redireccionado y no una frustración más, lo que impediría, por ahora,  sacar a Colombia de este remolino que no le permite su desarrollo franco y sostenido.

*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.