Columnistas
Cabalgando (I Parte)

Disculpas presentamos por nuestra nada anunciada ausencia, pues como de costumbre, salimos a cabalgar sin destino preconcebido. Pero maravillados por la calidad de gentes, belleza de paisaje y variedad de climas, fuimos cubriendo leguas, días y anocheceres.
Así fue como a una salida del sol quedó ante nuestros ojos «El Puente de Boyacá». Nada que ver con el «Chirajara»; no solo en dimensión, costos, diseño, durabilidad, y menos, como referente histórico.
“Esa es Colombia”, Sancho, dijo el guía que amablemente nos brindó acompañamiento informativo. Nos trasmitió amor por su labor y por ende por su patria. ¡Ah, gente humilde, sencilla y superamable la de estas tierras! Bajo su ruana no se cubren apariencias.
-¡Adiós, don Sancho!
Gritaron a una sola voz dos palabras:
-¡Viva Nairo!
Qué orgullosos, qué arraigo, qué sentido de pertenencia.
-¡Que viva Boyacá, su merced!, respondió Sancho.
La tristeza de Rocinante al dejar estas hermosas tierras se vio compensada con la alegría por la experiencia vivida y los gratos momentos y recuerdos que jamás se alejarán de nuestros corazones, mientras estos palpiten.
Después de algunas jornadas nos encontramos con Santander del Sur; Vélez, Puente Nacional, Barbosa, Oiba, y el hoy famoso cañón y parque del Chicamocha. ¡Maravilloso atractivo turístico donde se aprecia cómo se concibe, diseña y construye un proyecto turístico! (No un discurso veintijuliero).
Por el pánico natural a las alturas, el disfrute de gran parte de su oferta quedó limitada a mi vista e interpretación de las indescriptibles sensaciones de los visitantes. -Saboreamos un mute y carne ahumada-.
Continuamos hacia el Socorro, ciudad bañada en historia de calles, iglesias y variados sitios coloniales. La fresca posada y la atención ofrecida nos trasladó a un plácido descanso; incluidas nuestras cabalgaduras, Rocinante y el rucio, para quienes hubo heno y avena abundantes.
Retomamos el camino para dirigirnos a San Gil. Sorpresa tras sorpresa, debimos sobreponernos a nuestra natural timidez; desmontamos y compartimos con las personas que, a varias voces, preguntaban por nuestras aventuras y desventuras. Contestábamos en nuestro cantado Español y paso a paso contemplábamos otra maravilla, «El Parque del Gallineral». No me atreví a preguntar, gracias a mi ignorancia, dónde guardaban las gallinas.
Gracias señoras y señores, entendimos lo que significan para ustedes San Gil, Santander y Colombia. Agradecemos la recomendación de desviarnos unos kilómetros de nuestra ruta y visitar Barichara. No habría tenido perdón el no escuchar tan fantástica recomendación.
Desocupado lector, si usted, su familia, amigos, aún no han visitado Barichara, difícilmente verán de cerca uno de los mayores encantos de Colombia. Aprenderán a valorarla, amarla entrañablemente, a promoverla en todo momento y lugar. No solo sentirla cuando juega su Selección. (Mis disculpas, pero es lo que he visto).
Barichara es para caminarla, es para vivirla, es para adoptarla. Es para que tu cuerpo y espíritu se sientan henchidos de orgullo por haber nacido en Colombia.
Normalmente en pueblos o villorrios que posean particularidades relevantes, no faltará nuestra visita al cementerio local (Sancho es solidario). No estoy enfermo, no tengo pesadillas, ni deudas con los enfermos, pero me atrae hacerlo, y Barichara no fue la excepción.
Y vaya qué maravilla, para mí, y ¿por qué no para usted, si posee una sensibilidad por lo histórico, estético, arquitectónico y ambientalista?
Expreso mi desconocimiento de las razones que esgrimen o mantienen ciegamente las administraciones y los diferentes sectores de la sociedad de algunos villorrios o pueblos , al mantener oídos sordos a un clamor general de reconocer, valorar y proyectar su potencial turístico en aras de ordenarse consecuentemente, mejorar su economía, generar empleo, etcétera, etcétera.
Cierro esta crónica, escrita más con la pasión y el amor que nos ha despertado un país como Colombia y sus múltiples atractivos.
Se acabó el mechón, porque en el país que hoy nos encontramos, se fue la democracia… ¡perdón!, la energía.
La próxima semana partirá un estafeta con otra misiva.
*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.