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Amar, la mejor decisión

Amar, la mejor decisión

Hace escasos quince días, en las postrimerías del año 2.019, en medio de balances, festejos y propósitos nuevos, o revaluados, se oyeron expresiones como: “Que el nuevo año traiga…”como si fuese mágico el diario vivir y no tuviésemos que construirlo a pulso, o que dependiese del azar.

Ese balance de fin de año, fue bueno para muchos, para otros no tanto, pero en uno u otro caso, hemos debido aprender que la actitud frente a la vida nos marca el resultado final.

Los efluvios de esa temporada decembrina donde se exteriorizaron expresiones de afecto, sentimientos de aprecio a familiares, compañeros de estudio, de trabajo, de vida… deberán enrutar nuestros propósitos para el año 2.020, hacia el amor. Impregnarlos de amor.

No ese amor comercial, erótico y hasta banal que nos inunda cada día desde redes sociales, en notas musicales ajenas a la poesía y a elevadas exaltaciones.

Debemos apropiarnos de esa actitud envuelta en las palabras que Pablo dirigió a los Corintios en su primera carta:

“…El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;  no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.  Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta…”.

Que esas manifestaciones que en el fin de año propiciaron tantos abrazos a familiares, amigos y conocidos, este año, de una manera auténtica, genuina y generosa nos permitan abrazar a cada ser humano en la calle, la universidad, en el mercado, en el transporte como miembro de esa familia universal que es la humanidad. Que reconozcamos que cada persona tiene sus propios sueños, anhelos, miedos, distintos a los nuestros, pero dignos de igual respeto; de la misma consideración. Que las diferencias no nos dividan, sino que seamos capaces de aunar esfuerzos y trabajar por identidad de intereses.

No lo dudemos. Sí es posible.

Un hermoso ejemplo nos lo dio en el Concurso de Miss Mundo en Londres el pasado 14 de diciembre del 2.019 Nyekachi Douglas, la representante de Nigeria, cuando estalló de euforia al anunciarse el triunfo de su rival Toni Ann Singh, de Jamaica, desvaneciendo la competencia, los límites geográficos, culturales y de protagonismo. La emoción de Nyekachi explotó, se desbordó en el escenario, recorriéndolo a lo largo y ancho; abrazó a su antagonista recién elegida y hasta bailó celebrando el triunfo de su amiga.

¿Podemos celebrar con tanta efusividad el ascenso de una compañera de oficina? ¿La graduación con honores de quien no ha sido mi mejor amigo? ¿La premiación al grupo que concretó el descubrimiento científico que nosotros perseguíamos? ¿O vitorear al que alcanzó la meta antes que yo, que llevaba la delantera?

No es fácil, pero sí posible. La decisión de amar es nuestra. Nadie la puede tomar por otro.

El dividirnos entre buenos y malos malogra nuestros frutos. Es falta de amor. La polarización en nuestro país no ha dejado buenos réditos como lo reclama una convivencia quieta y pacífica; tampoco en otras partes del mundo. Lo confirman varios aforismos, de ahí que resulte sabio que coexistan el trigo y la cizaña, porque al pretender eliminar a uno podemos suprimir a la otra, y definitivamente “casa dividida no prospera”.

Confiemos en la preeminencia del amor.

Así como se volvió viral el derroche de efusividad de Nyekachi Douglas, que se vuelva viral nuestra actitud como contribuyentes, padres, estudiantes, esposas, maestros, científicos, hijos, constructores, políticos, electores, policías, soldados, médicas, abogadas, ciudadanos, funcionarios, empleados, jefes, conductores, peatones, deportistas, artistas, compradores y vendedores, pescadores y agricultores, empresarios y comerciantes, jueces y fiscales.

Que se vuelva viral nuestra actitud generosa, nuestro esfuerzo mancomunado, la competencia con nosotros mismos; ojalá trascienda hasta las redes sociales nuestro comportamiento ciudadano, la integridad de nuestros gobernantes, la actividad parlamentaria y el manejo de la economía tanto nacional como doméstica. Que sea noticia mundial que se redujeron a su mínima expresión los índices de desnutrición y de mortalidad infantil, de deserción escolar y de desempleo.

Que se vuelva viral que Colombia es un país en paz, progresista y promisorio

*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.