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Una defensa con locura

Una defensa con locura

La llegada de un centro psiquiátrico a la casi ciudad vino a reemplazar el espectáculo mediático montado alrededor del caso Boris León-Olga Herrera. Igual que en este tema, irresponsables en las redes sociales iniciaron una campaña de terror generalizado contra los enfermos mentales sin conocer los pormenores.

No voy a adentrarme en temas jurídicos ni normativos que aprueben o no la instalación de la IPS en donde años atrás funcionaba el Centro Vacacional Santa Elena. No tengo los elementos necesarios para hacerlo.

Pero sí quiero hablar del sentimiento de solidaridad y conmiseración que debe existir, no solamente frente a una comunidad vulnerada y vulnerable como la de los enfermos mentales, sino frente a cualquier grupo humano o animal que requiera de nuestra atención y defensa.

Intento entender las razones de cada uno de los que se oponen a ser vecinos obligados de un centro psiquiátrico, al fin y al cabo cada quien es dueño de sus oscuros miedos. Pero lo que definitivamente no alcanzo a comprender son las expresiones de desprecio, los términos peyorativos, la ausencia de empatía social, los juicios a priori descalificando sin argumentos científicos a personas que no han contado con la mejor de las suertes, en parte precisamente por el entorno hostil y violento en el que se debe vivir en Colombia.

Y me llena de pesimismo que este país pueda reconciliarse algún día, precisamente porque la actitud asumida por algunos, la mayoría ya de la tercera edad, demuestran ignorancia frente a una situación a la que todos estamos expuestos, y muchos más de los que se cree, inmersos.

Problemas mentales como « […] las consecuencias psicológicas de las experiencias traumáticas y las reacciones emocionales ante las pérdidas significativas tales como, síntomas depresivos y/o ansiosos, consumo de alcohol y otras sustancias psi­coactivas, problemas de aprendizaje, problemas de comunicación, dificultades de socia­lización, conductas de riesgo alimentario […] y alteraciones en el sueño, entre otros[…]», pueden estar ocurriendo en nosotros o en algún miembro de la familia, y lo ignoramos precisamente por esa tendencia a creernos inmunes y seres celestiales.

Y si queremos abordar un tema más complejo tenemos que hablar de trastornos mentales, que también afectan a millones de personas a nivel mundial. Según el Atlas Mundial de Salud Mental «los trastornos mentales más preva­lentes en el mundo son la depresión unipolar, trastorno bipolar, esquizofrenia, epilepsia, consumo problemático de alcohol y otras sustancias psicoactivas, Alzheimer y otras de­mencias, trastornos por estrés postraumático, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno de pánico e insomnio primario».  Estoy seguro que algunos no son desconocidos para muchos, o en el peor de los casos han vivido o están viviendo una situación similar. Que no sepamos identificar algunas de estas patologías no significa que no convivan con nosotros.

En la Encuesta Nacional 2015 efectuada en Colombia, se pudo determinar que en los últimos 12 meses en la población de 7 a 11 años, el 4.7% ha tenido algún trastorno mental; el más prevalente el trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).

Entre los 12 y los 17 años el 4.4% presentó trastornos mentales. Los más prevalentes fueron la fobia social (3.4%) y cualquier trastorno de ansiedad (3.5%).

En el segmento de 18 años y más, el 4% ha presentado cualquier trastorno mental. La depresión de cualquier tipo (1.9%) y la ansiedad, también de cualquier tipo (2.1%), fueron los eventos prevalentes.

Y si esto no es suficiente, aterricemos en la casi ciudad de Girardot; remitámonos al Observatorio Nacional de Salud Mental, tomando un solo ítem de 39 que aparecen relacionados.  En el 2018 el numerador más alto se encuentra en el PORCENTAJE DE PERSONAS ATENDIDAS POR TRASTORNOS MENTALES Y DE COMPORTAMIENTO, con 3.852 personas. ¿Les parece insignificante?

En un país como el nuestro, en donde las oportunidades laborales están sujetas a condiciones ajenas al mérito, en donde el campesino se ve obligado a salir corriendo huyéndole a la muerte, en donde el escolar tiene que aprender a lidiar con el matoneo; en donde la adolescente se ve confundida entre lo moral y lo inmoral, entre el asedio y el acoso, entre la inteligencia y «lo buena que está».

En donde el padre de familia desempleado cree que la solución a sus problemas económicos se encuentra en el fondo de cientos de botellas de licor, en donde algunas madres cabeza de familia tienen incluso que «abrir sus piernas» para llevar el sustento al hogar; en donde el niño tiene que esforzarse más allá de sus capacidades para compensar las insuficiencias y carencias psicológicas de sus padres, no resulta entonces fácil encontrar una sociedad que tranquilamente pueda darse por sana y señalar con desprecio personas con todas las desventajas posibles.

Llegar hasta el punto de exigir el destierro para estas personas con problemas mentales, figura repugnante e inhumana propia de las épocas medievales cuando se hacía efectiva al presentarse la pobreza o la enfermedad, habla muy mal de nuestra condición como seres humanos y hasta de nuestra misma salud mental.

Algo similar ocurrió con las personas que llegaron a vivir a Valle del Sol o Corazón de Cundinamarca.  También se escucharon voces desaforadas exigiendo el destierro o un gueto para sus habitantes, negándoles la presunción de inocencia, como si ser pobre fuera sinónimo de delincuente, o no tener gusto para vestir fuera razón suficiente para la exclusión.

Y también ocurre con los venezolanos; no más anteayer se difundía un video en donde una «señora estrato cinco» maltrataba a unos venezolanos por osar vender tintos en predios de su palacio. ¡Que ignorancia desmesurada!

Sí señor, que indaguen las razones por las que la IPS llegó a Girardot; que indaguen si los motivos de dejar de operar en Sasaima son necesarios de evaluar; que les exijan el encerramiento de la piscina y las adecuaciones físicas y de seguridad que se requieran. Todo lo que sea necesario que se haga.

Pero lo que no podemos aceptar como una sociedad racional y equilibrada mentalmente, es que por atacar o exigirle a la empresa condiciones suficientes, se pisoteen los derechos humanos de los pacientes, sus familias, su padecimiento, y aparezcamos como inmunes y exentos de algún día ser vulnerables, y entonces también tener que vivir en el destierro.

Fuentes: MSPS-Dirección de Promoción y Prevención, a partir de los datos de la Encuesta Nacional de Salud Mental 2015.

Plan de Acción Sobre Salud Mental 2015-2020.

Observatorio Nacional de Salud Mental.

Política Nacional de Salud Mental.

Atlas Mundial de la Salud Mental.

*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.