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El ulular del abandono

El ulular del abandono

Los servicios de salud en nuestra ciudad son apenas aceptables en su atención y calidad de servicios médicos y hospitalarios. Este sentimiento de angustia y desamparo que vivimos la inmensa mayoría de usuarios cada vez que tenemos que ir a una EPS a tramitar autorizaciones u otros menesteres o pedimos atención en las IPS no es mal infundada, por decires de la mala calaña; es que realmente el usuario siente que está rogando que le hagan un favor, antes que estar solicitando un servicio al que tiene derecho por cualquiera de los dos regímenes que están establecidos, subsidiado o contributivo.

Siempre arremetemos contra los médicos, paramédicos, personal de servicios generales, personal de asesores o informadores que hay en las recepciones de las IPS que son quienes tienen contacto directo con el usuario y los únicos que verdaderamente muestran, salvo contadas excepciones, un compromiso de servicio con sus semejantes.

Pero los verdaderos victimarios se dividen en tres especímenes:

Primero: las gerencias altas y medias de las EPS y del Ministerio de Salud porque el manejo financiero de la salud en Colombia es un laberinto lleno de deficiencias que algunos no han podido encontrar; otros no han querido encontrar, y hay quienes han volteado la mirada para no darse por enterados. Las EPS dicen que la mayor causa del desmedro es el incumplimiento del Estado en el pago de aportes de la salud subsidiada, ¡vaya uno a saber!

Segundo: las administraciones que no mantienen en buenas condiciones y actualizadas las dotaciones en equipos técnicos, tecnológicos (programas, aplicaciones y equipos de comunicación y de oficina), ni ven que sus instalaciones funcionan en locales y edificaciones inapropiadas o no construidas para el funcionamiento de entidades prestadoras de servicios con las calidades que exige el servicio y la atención de la salud.

Tercero: la contratación de servicios externos con IPS (laboratorios clínicos, centros terapeutas, servicios de ambulancia y otros) creados y manejados con mentalidad mercantilista cuyo primer propósito no es servir a los seres humanos para proteger, conservar o mejorar su salud, sino generar utilidades que satisfagan a sus inversionistas.

La tan cacareada reforma a la salud debe plantear como primer paso la revisión, actualización y ejecución de todas las medidas de control y vigilancia que requiere la operación de la salud en Colombia de manera estricta y permanente por parte de quienes por pertenecer a entidades de control del Estado colombiano o a las instituciones o personas de auditoria contratadas de forma externa e interna por las respectivas empresas promotoras o prestadoras de servicios de salud. Es claro que en el manejo de la salud de nuestro país pasan cosas y nadie se da cuenta, o si se dan cuenta no dicen nada.

Lo que voy a narrar a continuación me llevó a pasar por diferentes dependencias oficiales y privadas para averiguar por qué suceden cosas como las que me tocó presenciar y vivir por la mala atención de un servicio fundamental para la conservación de la vida de una persona.  Soy consciente que esto es un secreto a voces o mejor vox populi y que no estoy descubriendo cómo se hace el agua tibia. Lo plasmo en escritura más con intención de protesta, reclamo y exigencia que con la idea de informar algo que todos sabemos.

Me causó admiración cuando en una calle vi aglomeración de gente y ágil despliegue de vehículos de emergencia; se escuchaba el estridente ulular de ambulancias en rápido desplazamiento.

Al lugar llegaron de manera pronta, ágil y casi que simultanea tres excelentes ambulancias que por fuera se veían muy bien; aclaro, por fuera. Porque entiendo que esos vehículos tienen su mayor y más importante dotación adentro, pero esa parte no la vi. Su bulliciosa presencia con el ulular de sus sirenas en emergencia les abrió paso hasta llegar al punto que les permitía operar sin tropiezo. Se observó la premura y agilidad con las que bajaban de ellos presurosos y afanados tripulantes. Estas máquinas según vi desde donde me encontraba, pertenecen a entidades que prestan servicio de salud en la ciudad.

Se trataba de un accidente de tránsito atendido muy oportuna y eficientemente por la autoridad de tránsito local y por los vehículos de emergencia que operan en la ciudad. Me subí nuevamente a un bus de servicio urbano y seguí rumbo a mi casa. Me preguntaba a mí mismo cuántas ambulancias como esas trabajan en mi ciudad y como ciudadano del común sentí agradecimiento hacia quienes como operadores o inversionistas prestan este valioso servicio. 

Habían pasado unos días y en un populoso sector urbano un menor de aproximadamente doce años trepo a un árbol de mango para recolectar frutos y por descuido u otra razón cayó de la rama más alta y su humanidad impactó violentamente contra el piso de cemento de la calle.

Los vecinos y agentes del orden corrieron a atender al accidentado que se encontraba acostado en la mitad de la calle y según su aspecto parecía estar en estado crítico. Me acerqué y acudí a ver en qué podía colaborar con los vecinos, que angustiados trataban de proteger al menor de los rayos de sol y le daban sorbos de agua. Algunas personas empezaron a llamar por teléfono a los servicios de ambulancia para solicitar atención inmediata. Pasaron unos minutos y las máquinas de emergencia no aparecían. Los agentes del orden usaron sus radios para solicitar el servicio, pero pasados treinta y cinco minutos desde la primera llamada no aparecieron las ambulancias.

Todos los que estábamos pendientes del menor decidimos moverlo con mantas y con todos los cuidados lo subimos a un vehículo particular que hizo la obra de caridad de llevar este niño a un centro de atención de urgencias.

Más por curiosidad que otra cosa tomé mi teléfono y llamé a una empresa de ambulancias para solicitar el servicio, y quien contestó la llamada lo primero que preguntó fue cuál era el motivo del servicio, y le dije que un menor de edad había caído de un árbol y estaba en el suelo agonizando. La respuesta fue que esos casos los atiende el Hospital Departamental porque nosotros no estamos autorizados.

Fui a la dependencia municipal encargada de vigilar y controlar este servicio y me informaron que estas empresas de ambulancias la única autorización que necesitan es la de operaciones en la ciudad que la entrega el Municipio por intermedio de la Secretaría de Salud y están obligadas a atender sin importar cuál es el motivo que originó el servicio. Su misión es salvar vidas.

Escuchando la voz del pueblo, que dicen es la voz de Dios, me enteré de que las caídas de los árboles como otros casos de emergencia no tienen seguro obligatorio y por esto no tiene atractivo mercantilista para quienes deben prestar estos servicios.

Para atender el niño que cayó del árbol no hubo ruido de ambulancias, el único eco que se escuchó en el espacio fue el mudo ulular del abandono.   

Jdussan.

*Las opiniones plasmadas por los columnistas en ningún momento reflejan o comprometen la línea editorial ni el pensamiento de Plus Publicación.