Radio de Acción
La artesana de la Fe
«Para mí es como un homenaje a Dios. Para glorificar su nombre porque esto se ha hecho por la misericordia de Dios. Porque yo por muchos años luché con mis fuerzas y nunca conseguí nada; nunca pude hacer nada, y como le dije al principio, esto empezó por un sueño, por un sueño que había en mí y el Señor me lo reveló para que yo lo ejecutara».

Esperaba encontrarme con una de esas historias duplicadas en donde el esfuerzo sobrepasa límites y presagios; esta vez no. Esta historia real tiene como ingrediente principal a Dios y hechos sobrenaturales que los incrédulos o «creyentes tibios» no atinamos a comprender.
Llegué a las cuatro en punto de la tarde al «Punto de las flautas», en Melgar, Tolima. Esperaba encontrarme con, por qué no decirlo, una tienda de pueblo en pleno hervor; es decir, a medio empezar y «normalita».
Pero lo que tenía frente a mi superaba lo imaginado; un mobiliario iluminado con amarillos y blancos da la bienvenida, mientras que al final del local, al otro lado de un ventanal estratégicamente ubicado, un jardín vertical se yergue elegante impregnando el lugar de un olor invisible que se alcanza a tocar con el olfato.
Adriana Quintero Merchán, santandereana, nacida en Vélez, y como ella misma lo dice, «criada en Bucaramanga», es la propietaria.
Como muchas mujeres de nuestra tierra no terminó secundaria porque «me dediqué a ser mamá. Me enamoré y de ese amor tuve tres hijos. Estaba terminando en la Normal de Señoritas cuando quedé embarazada».
Y también, como a varias mujeres de nuestra cultura, el haberse rendido ante el amor antes de terminar sus estudios, la colocó en una situación desventajosa en donde madurar significa, obligatoriamente, trabajar para poder levantar sus críos.
A los diez años de su primera relación llegó la separación. Situación que no solo afectó su estabilidad económica sino también la estabilidad emocional de uno de sus hijos. Tema en el que no es prudente profundizar porque hace parte de su intimidad familiar.
Lo que sí se puede mencionar es que por el amor a su hijo hoy reconoce que «si hubiera sabido que tenía que pagar este precio, mejor me hubiera aguantado. Aguantarme a una persona que me maltrató, que me hizo muchas cosas; infidelidad, maltrato […]».
Pero decidió la separación. «Quedé con la responsabilidad de tres hijos y emprendí muchas cosas. Tuve ideas con restaurantes, con un lavadero de carros, con un supermercado. Fueron diez años de lucha en los que fueron muy pocos los frutos».
LAS FLAUTAS
Estrellándose contra cada uno de los negocios que emprendía como su tabla de salvación, un día premonitorio, viviendo en Bucaramanga, decidió asistir a una capacitación de elaboración de flautas. Tres escasos días en donde como les advirtió el instructor, «¡aprenden o aprenden!».
La flauta, me enseña Adriana, «es en harina de trigo hojaldrada que va rellena de pollo con queso, o de pollo con queso y champiñones; o hawaiana, o de carne con maíz tierno y queso; o de camarones y pollo. Hay diferentes sabores» advirtiendo que «[…] es un producto neto santandereano».
Exhibe su orgullo cuando reconoce que puede hacer mil flautas de un día para el otro. «Es un proceso lento. Por ejemplo, si se van a fabricar de pollo esta noche, en este momento (cuatro de la tarde), debe estarse sazonando el pollo; por ahí tipo siete de la noche se pone a cocinar y a las diez de la noche se le apaga. A las cuatro de la mañana ya se empieza a desmechar y a las diez de la mañana ya hay mil flautas hechas». Atina en decirnos que el tiempo de cocción puede durar unos tres minutos.
EMPEZAR DE CERO
Bucaramanga fue la ciudad en donde hizo su primer intento. «Sí, empiezo a vender flautas en Bucaramanga; allá yo tenía una tienda y puse un calentador afuera y empecé a venderlas».
Pero el destino continúa caprichoso y debe moverse para Melgar, porque su segundo esposo que trabaja con la Policía Nacional es trasladado a este sitio del Tolima.
«Cuando llegamos a Melgar empecé de cero. Vivía en Villa Esperanza; la primera cliente empezó comprándome cinco flautas. Todos los días venía y le traía las flautas; en la cafetería las dejaba con el compromiso que si quedaban yo las volvía a recibir. Llegaba a las siete y media de la mañana a entregarlas y por la tarde volvía por ahí a eso de las cinco».
Pero por supuesto no habría historia si hubiera sido tan fácil. Cuenta que se vendían, pero «lo más duro era que a la mayoría de las personas que se las dejaba me decían que no había el dinero, pero no estaba el producto. Eso era lo más duro. Yo volvía, y se las llevaba […]».
Lo que más la afligía era que el producto se vendía completamente. Tanto que el pedido en lugar de disminuir, «fue aumentando».
Recordar esta etapa la coloca en una situación en donde la tristeza contrasta con el agradecimiento.
Agradecimiento y tristeza porque «La primera persona que me dio la oportunidad aquí, le agradezco hoy en día. Pero siempre hubo cosas que fueron duras, porque tu vendías cinco flautas, vienes de lejos a dejarlas, y que tu no las encuentres y te digan que no está el dinero, cuando mis recursos eran muy mínimos, demasiado mínimos… (sic)».
No quiere decir esto que quedaron deudas; Adriana afirma que todas las flautas se pagaron. Lo difícil era la disponibilidad del dinero para poder continuar con el negocio.
Esta situación se mantuvo durante seis meses; atendiendo a cinco negocios que pagaban irregularmente y liquidando una sociedad que nunca funcionó.
Tras de mejores vientos y la necesidad de moverse para probar nuevas probabilidades deciden arrendar la casa de Villa Esperanza y vivir en el centro de Melgar.
Llegaron a la casa que hoy habitan. Aunque no estaba en las mejores condiciones ese no fue el obstáculo principal. Era que la arrendadora en el contrato de arrendamiento dejó establecido que allí no se podía colocar negocio alguno. Por supuesto, Adriana aceptó porque las opciones no eran demasiadas y la ubicación, inmejorable.
DIOS GOLPEA A SU PUERTA
Coinciden varias teorías que nada en la vida sucede al azar. En este caso aplica a la perfección.
Adriana vivía una de esas etapas difíciles en las que las cosas en el amor no suceden como se desea y la parte económica flaquea. Ella, católica por herencia, no contemplaba otra manera diferente de acercamiento a Dios.
Pero repito, como nada es al azar, inesperadamente una señora practicante de otra religión comenzó a visitarla insistentemente para invitarla a asistir a la iglesia en donde ella se congregaba.
En el misterio de la vida hablamos hasta de ángeles. Termino por creer que esta señora, cuyo nombre desconozco, terminó siendo un ángel para Adriana y su familia; hoy ella misma cree que esa señora «[…] oró mucho por mí porque yo hasta me le escondía; porque no quería nada. Porque siempre hay como un límite entre la gente hacia los cristianos por muchos argumentos que se dicen en las cosas del mundo. Y esa persona me insistió mucho hasta que un día le dije a las niñas:
- No, vamos a ir. ¡Vamos a ir a la iglesia para quitarnos a esa señora de encima!
Y ese día fuimos y Dios tocó mi vida; y mi esposo también decidió ir después de que yo estaba yendo. Y Dios ha hecho cambios en nosotros, en nuestra vida. Nuestro hogar fue restaurado».
Han pasado desde entonces diez años y hoy se refleja en su rostro el cambio que Él ha logrado en su familia.
LA FE COMIENZA A HORADAR
Pero las cosas no mejoraban y humanamente era muy poco lo que Adriana y su familia podían progresar. Tocaba echar mano de lo sobrenatural, y por fe así lo hizo. «[…] mi fe está puesta en Dios. Y una madrugada tuve un sueño en donde Dios me decía que estaba durmiendo sobre la bendición; porque yo siempre le decía:
- Señor, mira tanta gente en Melgar y yo tengo que rogar para que me compren cinco flautas.
Para mí era muy duro salir un fin de semana y ver este pueblo repleto […] entonces me levanté y llamé a la dueña de la casa y le dije que ella ya sabía que yo hacía ese producto, que yo vivía de eso, y le pedí que me dejara poner una venta aquí y me dijo:
- Mija, ¡hágale!».
La visión que tuvo en sueños Adriana al día siguiente le funcionó. Pero faltaba algo muy importante, el dinero para acondicionar el lugar. Pidió entonces prestados tres millones de pesos a un compañero del esposo y «a los ocho días organicé el negocio. Inicié con dos juegos de mesas y con mucho sacrificio (su voz se quiebra), porque en medio de todo hubo muchas lágrimas y mucha perseverancia, muchas cosas».
DIOS SE MANIFIESTA NUEVAMENTE
Adriana, que no es tan elocuente seguramente por timidez, al ver que en un momento la entrevista se detuvo, se atrevió a continuar con su testimonio.
De pronto arremetió con fuerza diciendo: «¡Sí se puede! Que tenemos que luchar, que tenemos que perseverar […] Yo empecé esto como El Punto de las Flautas y yo sacaba veinte flautas todos los días, y duré tres meses y no vendía ni una flauta. (La voz vuelve a quebrarse y esta vez asoman a sus ojos gotas de tristeza).
Un día me senté y le dije:
- Señor, ya no puedo más, mira todo lo que he estado perdiendo y tú me dijiste que le hiciera.
[…]Esa tarde estaba muy triste aquí, (es el mismo sitio en donde nos encontramos los dos), sentada, diciéndole al Señor que mirara, que yo todos los días ya no podía estar regalando; porque yo a las cuatro como veía que no se vendían, yo las regalaba. Porque es un producto que ya al otro día se dañó y la idea es vender un producto fresco.
Entonces el Señor me da una palabra en la Biblia en donde me dice que “ensanche mi territorio”; entonces al siguiente día agrandé ese calentador y no saqué veinte flautas sino sesenta, y se dispararon las ventas. Ese día se vendieron como doscientas flautas. Y así es todos los días. Entonces para mi Dios ha sido como el que ha llevado todo, y me ha guiado, y me ha dado la sabiduría […].
¡Para mi Dios es un Dios sobrenatural!, porque conmigo ha hecho cosas sobrenaturales. Porque uno de no vender y al otro día ya vender como doscientas, ni uno mismo se lo cree».
EN HOMENAJE A DIOS
La decoración que Adriana ha dispuesto sobre las paredes del salón de onces no es altar para Shakira, ni Madonna; ni siquiera para James besando el escudo de Colombia.
Ella, en coherencia con su experiencia de vida, le comparte a los visitantes versículos de la Biblia.
«Para mí es como un homenaje a Dios. Para glorificar su nombre porque esto se ha hecho por la misericordia de Dios. Porque yo por muchos años luché con mis fuerzas y nunca conseguí nada; nunca pude hacer nada, y como le dije al principio, esto empezó por un sueño, por un sueño que había en mí, y el Señor me lo reveló para que yo lo ejecutara.
Él me dijo hágale, y cuando uno tiene el aval de Dios, pienso que…empecé, empecé, y empecé con el pie tan derecho que la persona que me prestó los tres millones de pesos me los regaló. Se los fui a pagar y me dijo que no, que no me los iba a recibir. Entonces en todo lo que he emprendido en estos años Dios me ha acompañado».
SALIR DE LA VEREDA
Negar el pasado es igual que negar a los padres. Pero reconocer el pasado tampoco significa tener que permanecer en esa realidad de por vida. Esto lo tiene claro y definido Adriana cuando nos habla de sus primeros años: «Donde yo nací es como una vereda, y muchas de mis compañeras aun están allá; cocinando, trabajando en una finca. Uno va y hay unas que lavan ropas, otras planchan ropas, que no es nada malo, ¡las admiro!, son unas verracas. Pero yo aún podría estar allá todavía, si no me hubiera movido, y por la misericordia de Dios».
Hoy los amaneceres son más alegres y menos apresurados. Esta santandereana emprendedora sacó su coraje en los momentos más aciagos, más punzantes, menos prometedores.
Tiene claro, porque lo ha vivido, que de acuerdo a las decisiones que se toman será el presente y el futuro. «Todas las decisiones que uno toma en la vida, si son buenas…yo creo que me equivoqué desde que escogí a esa pareja. (Habla de su primera relación). ¡Ahí tuve esa mala decisión y tuve esa mala consecuencia!
Hay que abrirle más el corazón a Dios. Yo a Dios le hablo con el corazón abierto. […] yo no me muevo hasta, le digo, cuando tu no me respondas […] ¡y siempre hay una respuesta!».
Recibe una llamada telefónica y se retira a confirmar el pago a un proveedor.
¿Cuántos hechos sobrenaturales continuarán llegando a la vida de Adriana y su familia? Solo Dios lo sabe.
Por ahora han sido los suficientes para haber cambiado su realidad.