Identidades
El legado de los invisibles
La flotilla de transporte, relata, eran cuatro o cinco burros y un caballo que tiraba de un carruaje. Construyeron unas sillas especiales que colocaron sobre los jumentos y sobre ellas acomodaban a cada lado del animal dos cajas de gaseosas para distribuir solamente en Girardot, porque la producción era limitada.

Jorge Rodríguez es uno de los hombres invisibles como los que siempre admiro.
Con más de noventa años de edad, fue de los primeros envasadores manuales que tuvo la Fábrica de Gaseosas Sol, en la pretérita ciudad de Girardot.
Trabajó toda su vida cerca al barrio en donde creció; el Alto de la Cruz. Padre de ocho hijos, «cinco varones y tres mujeres», se confesó bailador, cercano al bolero y al ajiaco santafereño.
Relata que después de prestar su servicio militar en 1948, y conocido con Ismael Jaramillo, éste lo invita a trabajar en la Fábrica de Gaseosas Sol, ubicada en la ciudad de Girardot. Más exactamente cerca de donde hoy queda la Liga de Lucha contra el Cáncer. (Carrera 8° entre calles 14 y 16).
Inició como envasador manual. Describe orgulloso cómo en una hora podía tapar aproximadamente doscientas docenas de botellas. ¡Cuarenta botellas por minuto! Recuerda con ínfula sana que «eso rendía mucho…depende (sic) el operario».
Trabajaba de seis de la mañana a cinco de la tarde, con una hora de almuerzo que comenzaba a las doce del día. Descansaba el domingo y ganaba el salario mínimo de la época.
No guarda evidencias documentales; ni carnés, ni fotografías, porque no era la costumbre de la época; lo dice con cierta displicencia.
Uniforme para el trabajo no usó. Jocosamente recuerda que eso era a la «guachapanda».
LAS BOTELLAS NEGRAS
Hablando sobre su trabajo, describió cómo se lavaban las botellas, por ejemplo. Recordó que se mandaron a hacer unos cajones a los que se les echaba agua y se les colocaba un tablón en la mitad; «arriba iba un motorcito, entonces era una chumacera (…) era hueco, de churrusco por lado y lado; y se atornillaba y se lavaba metiendo las botellas en los churruscos. Aquí había un operario y allí había otro»; señalando con su mano derecha como si se encontrara allí.
Me sorprendió conocer que las botellas no eran blancas como en la actualidad, sino de color negro. «Se usaba la de Bavaria, la botella negra, y se le ponía un tiquete. Ya cuando hubo mucho capital fue que mandaron a sacar envase blanco, litografiado; se colocaban los sellos a mano». Muy gráfico él, acompaña sus gestos con sonidos onomatopéyicos.
DESARROLLO DE LA EMPRESA
Poco después de sus inicios en la carrera 8°, don Jorge rememora que la empresa se trasladó a la calle 16, con carrera 7°, hoy puente peatonal; cerca de donde existe un salón de billar.
La flotilla de transporte, relata, eran cuatro o cinco burros y un caballo que tiraba de un carruaje. Construyeron unas sillas especiales que colocaron sobre los jumentos y sobre ellas acomodaban a cada lado del animal dos cajas de gaseosas para distribuir solamente en Girardot, porque la producción era limitada.
Los burros eran propiedad de gaseosas Sol y sus «conductores» se sumaban a los cinco empleados del área de producción. (Los cuenta con los dedos de su mano).
Para ese momento la producción había crecido de tal manera que la maquinaria del momento no daba abasto; «se compró una máquina grande y fue cuando arrancaron para el Alto», evoca don Jorge.
Otro motivo para moverse hacia el Alto fue la transición que hubo de los burros a camiones 350. Camiones que José Joaquín Niño Espinosa menciona en su revista “Girardot en 1965”, en la página 47: « [...] la fábrica cuenta con una flotilla de seis camiones de gran capacidad».
LA MEZCLA
Uno de los momentos en los que se le alcanza a salir el carácter a don Jorge es cuando le repreguntamos si él mezclaba los sabores. Con un marcado «vuelvo y le repito» reitera que Ismael Jaramillo «mezcla en una olla de aluminio grande, y con un palo largo hecha varios ingredientes de sabores y produce ese sabor […] él mezclaba harta [sic] y envasaba en galones plásticos. Yo envasaba y tapaba las botellas».
Nos asegura que los productos se compraban en el Laboratorio Escobar, «porque en ese tiempo Laboratorios Escobar importaba mucho producto. ¡Era famoso Laboratorio Escobar!».
Viajando en el tiempo saborea la Kola y la recuerda como uno de los sabores innovadores de la época, seguido muy de cerca por la limonada.
ENCOMENDADO A HACER EMPRESA
Con todo el conocimiento que fue adquiriendo se le encomendó la tarea de “hacer empresa” en el municipio de Honda, departamento del Tolima.
Esto gracias a que él para ese entonces ya era «el hombre orquesta». Le pregunto:
- ¿Qué es ser el hombre orquesta Don Jorge? Y me contesta:
- Manejaba maquinara, preparador y […] personal y transporte.
Para esa época ya don Jorge mezclaba las esencias que daban el sabor a las gaseosas.
Allí permaneció 30 meses en donde nadie lo tentó para que entregara la fórmula; en cambio sí, agrega, un señor que llegó a negociar una maquinaria le propuso que se fuera a trabajar con él, a lo que no accedió.
Se pensionó en 1986. Cuarenta y cinco años trabajó con Gaseosas Sol, de los cuales dos décadas fue mezclador.
La entrevista se fue diluyendo en un ambiente amistoso que se cerró entre carcajadas discretas cuando se le preguntó si le había tocado trabajar con los burros; su espontánea respuesta acompañada con alegres manoteos relajaron más el ambiente.
--“¡No, no, no! ¡¡Yo fui solo producción, no me rebaje tanto!!