Cultura
Vianí abrió el telón del XVI Festival Nacional de Bandas Fiesteras Carlos Julio Parra Vivas
A la entrada nos recibe Azabache, una de sus mascotas, atrás de él, Obdulio, bastó con un estrechón de manos para hacernos seguir al lado de un junco y una piedra en donde con un relato cargado de emociones, sentimientos y sonrisas, pero sin levantar la mirada del suelo, nos permitió entrar a esa página del libro de su vida, en donde al ritmo del compás que él mismo quiso llevar, nos graficó los memorables momentos que como lo expresaba, “se llevará el día en que parta de este mundo”.

Llegó el mes de noviembre y Vianí - Cundinamarca celebra la versión número XVI del Festival Nacional de Bandas tradicionales fiesteras, en sus calles un aroma a café, cultura y tradición.
Durante décadas sus músicos se han dedicado a la promoción cultural de un territorio mágico, alegre y musical reflejado magistralmente en las obras musicales de algunos de ellos como Gratitud - pasillo de Fidel Ángel Chavarro, ‘El Vianiceño’, Bambuco de Agustín Rueda Téllez, que orgullo ser vianiceño – bambuco de Alexander Moya Bocanegra, entre otros. Todos ellos acompañados de las historias fantásticas que al paso del festival van compartiendo en cada esquina, escuchando las agrupaciones que suben al escenario a mostrar parte del folclor de las diferentes regiones del país, músicos cargados de partituras en sus maletas suben al escenario con la ilusión de llevar de regreso el máximo galardón del certamen que para esta versión trae un ingrediente adicional y es el lanzamiento de dos temas inéditos del maestro Alexander Moya, un porro tapao denominado paraíso modelo y musical, un arreglo para formato de banda tradicional en homenaje a la declaratoria de la UNESCO al otorgarle a Vianí la identidad de municipio musical de Colombia.
El compositor del bambuco cantado denominado “Que orgullo ser vianiceño”, quiso hacer un viaje al pasado a través de una radiografía musical para dar a conocer el Vianí de hace cuarenta años. Un recorrido por sus calles y las veredas de esta villa de las tapias, sus personajes, desde el yunque Ananías, la tienda de chucho Díaz, don Empidio y Chepe Hernández, doña Narcisa, copete y Jesús Suárez, Moisés Pardo, Alfonso Méndez, Don Gastón, Noel Hernando y Aquilino; Frente al parque, Virgilio Cruz, doña Ismenia, Mauro Ruiz y Cayetano Balerio Enrique Moreno, lola y pepe Castiblanco, Don Cándido y la frutera, don Eulogio y don Sandalio, Rosa Tulia, Doña Arcelia y Luis Eustaquio Chavarro, la letra del bambuco trae a colación las alegres interpretaciones de don pacho y el Chato Jaime, da cuenta en una de sus estrofas de las tradicionales retretas que años atrás inmortalizarían los tiempo de gloria de la banda municipal.
Para este dos mil dieciocho la organización del festival tuvo a bien acoger la iniciativa de algunos músicos de rendir homenaje póstumo a la memoria de José Dimas Torres, músico vianiceño que durante más de dos décadas por medio de su labor representó al municipio en diferentes escenarios del ámbito nacional y la exaltación al músico OBDULIO GALINDO MORENO por su aporte cultural en los inicios de la banda municipal.
JOSÉ DIMAS TORRES RAMOS. Gran pérdida tiene la dinastía musical en Vianí - Cundinamarca a lo largo de su historia, heridas abiertas que dejaron huérfanos no solamente el amor de toda una familia, sino el vacío en el folclor entero de esta pequeña localidad.
Dos páginas cubren el relato que María del Pilar Ávila Moreno, esposa de José Dimas Torres nos dio a conocer…
Ella lo describe como una persona ejemplar con unos proyectos de vida fenomenales, un papá excelente, un hijo dedicado y un hermano extraordinario. Con lágrimas en sus ojos María del Pilar dice que fue uno de los mejores seres que Dios puso en su camino, desde muy pequeño le gustaba la música, empezó tocando platillos en la banda municipal de Vianí, la trompa, y fliscorno alto, instrumento con el cual llegó a representar al municipio y su institución en diferentes escenarios del ámbito nacional al lado de Germán Castillo su amigo entrañable.
El valor por la palabra, la responsabilidad ineludible, el cumplimiento y su puntualidad fueron algunas de las características que lo llevaron a triunfar en la vida, un hombre respetuoso que no comulgaba con la mentira y que al mismo tiempo profesaba un amor profundo por el aroma de café y el reverdecer del campo, admirando también la belleza inigualable de las mujeres de su tierra, cuentan algunos de sus amigos.
Cuando el sol apenas asomaba desplegando sus rayos en las áridas montañas de ‘vianicito’ y el campanario de la iglesia del pueblo marcaba las ocho de la mañana, entre silbidos y canturreos en sus labios los estribillos del porro San Carlos de camino a la finca divisaba el azul celeste del cielo y admiraba la belleza imponente del cerro del Cone. La finca, un lugar de encuentro con Manuel o “chucho” su hermano, como le dicen con cariño, su confidente, su compañero de batallas con quien compartió sus temores, sus alegrías y sus sueños desde infancia.
Había iniciado otra jornada según indicaba el canto de los pájaros, José Dimas al llegar al porvenir, nombre que recibe su finca en la parte baja de ‘vianicito’, dedicaba gran parte de su tiempo en aquel lugar a contemplar el café, a sembrar los árboles que hacían parte de sus sueños, mientras la suave brisa golpeaba su rostro, como en aquellos años mozos, corría como un niño atrás de lola, una de sus vacas y por la que guardaba un especial afecto.
Poco a poco se fueron deshojando los recuerdos que reposaban en el campanario de la iglesia del pueblo y como hilacha de tiempo el sonido del fliscorno se fue desvaneciendo en el infinito, se apagaron sus atardeceres y ahora, estoy seguro que ensaya pasillos, porros y bambucos en el cielo con los otros músicos de la vieja guardia, a ustedes hoy les solicitamos nos reserven un cupo para cuando nos corresponda interpretar ese último compás del pentagrama que por ahora ninguno quiere tocar.
Con nuestro morral y en compañía del maestro Alexander Moya emprendimos el camino hacia el sector Centro, muy cerca de Altagracia en donde se encuentra ubicada la finca de otro de los músicos vianiceños, OBDULIO GALINDO MORENO, hijo de José Eliodoro Junco de Ramiriqui Boyacá y Tulia Moreno Cortes de Vianí, lugar en donde nació un siete de agosto de mil novecientos cuarenta y ocho. Tuvo una infancia maravillosa, jugaba fútbol, practicaba con sus amigos el baloncesto y combinaba estos dos deportes con las actividades propias del campo, hasta cuando en mil novecientos sesenta los músicos de la época le empezaron a descubrir ese talento o esa “chispita”, como lo dice él, para la música.
A la entrada nos recibe Azabache, una de sus mascotas, atrás de él, Obdulio, bastó con un estrechón de manos para hacernos seguir al lado de un junco y una piedra en donde con un relato cargado de emociones, sentimientos y sonrisas, pero sin levantar la mirada del suelo, nos permitió entrar a esa página del libro de su vida, en donde al ritmo del compás que él mismo quiso llevar, nos graficó los memorables momentos que como lo expresaba, “se llevará el día en que parta de este mundo”.
OBDULIO GALINDO, es un músico empírico y aunque dice que nunca ha tenido profesores, agradece a su selecto grupo de amigos quienes le brindaron la posibilidad de pertenecer a ella.
Permaneció quince años como integrante de la banda municipal desde mil novecientos sesenta, cuando para la época la dirección estaba bajo el maestro Vicente Zamudio. Inició interpretando el bombo, los platillos, el redoblante, el barítono y finalmente la trompeta, fue quien otrora por encomienda del Alcalde Moisés Pardo invitó al maestro Carlos Julio Parra Vivas a dirigir la banda municipal de Vianí, quien para la época dirigía la banda municipal de Villeta – Cundinamarca, labor por la que percibía un salario de mil quinientos pesos.
Cuando le pregunté por la anécdota que guarda en el baúl de su memoria, en su paso por la banda, levantó su mirada y me dijo: “La emoción más importante en mi vida fue cuando me llevaron a tocar a la plaza España de la ciudad de Bogotá un dieciséis de julio… (dejo un compás de silencio y retomó) … Llegar a tocar a la ciudad para mí, fue una emoción muy grande, recorrer, las calles con la imagen de la virgen María fueron días muy especiales en mi vida”. Recuerda profundamente a sus compañeros y coequiperos en el trasegar artístico por el país, a Gustavo Sánchez, a José Martínez, a Isaías Moreno y a Evelio Hernández, quienes muchos de ellos, hoy no se encuentran con nosotros, también dice que ha sido un bacán con todo el mundo, que le gusta cultivar las buenas amistades y que cuando escucha el bambuco San Pedro en El Espinal del Maestro Milciades Garavito siente una emoción indescriptible.
Me siento complacido hasta donde he llegado porque pese a que no he tenido formación gramatical he podido estar en excelentes escenarios desempeñando mi instrumento al lado de excelentes músicos y maestros de este país, así lo expresó Obdulio… Cuando en medio de la entrevista escuchó que vendría el maestro Lupercio Barbosa, exclamo: “ese señor ¡si vino al mundo a tocar trompeta! al admirar como la academia forma excelentes músicos.
Podrán existir pueblos más turísticos pero lo que más me gusta de Vianí es su clima, “estar en la finca me hace feliz”, dice Obdulio, quien además madruga todos los días como lo hacen cientos de campesinos de la región, se toma un café a las cuatro o cinco de la mañana y antes de iniciar sus labores propias del campo, toma su trompeta con una sordina y realiza breves rutinas de estudio.
A la edad de setenta años siente que le queda mucho por vivir dice que no le tiene temor a la muerte, ‘cuando parta de este mundo me iré feliz a descansar y a descansar en paz, porque mi corazón siente que ha hecho lo correcto, y no tengo remordimiento alguno’.
Cuando intentaba apresurar el ritmo del compás que nos llevaría al final de su relato, quiso hablar de uno de sus dos hijos, el menor, Darwin Inob Galindo, quien siguió sus pasos al referirse a la música “interpreta muy bien el trombón” según le cuentan algunos de los colegas, porque no ha tenido la oportunidad de tocar con su hijo, “no sé cómo le suena el trombón a él”, pero lo que más me agrada es que dicen que es una extraordinaria persona.
Cuando se levantó de la piedra para despedirnos como cuando un director de música cierra un concierto haciendo la venia, en un viejo portón de madera, estrechó su mano y le sentenció en tono fuerte y contundente al maestro Alex Moya, ‘yo veré siga haciendo patria’, y nos despidió con una gran sonrisa.
“En Vianí empezó mi vida, Vianí es lo que más quiero
Cantemos con alegría, que vivan los vianiceños”.