Cultura

Tutú, batuta, y un pasaporte a la felicidad

La dueña de este prodigio que eclipsa por dos horas las malas noticias y la desesperanza, es Tutú Y Batuta Academia de Arte, dirigida por su propietaria, Angélica Araujo Lemus; una bacterióloga que osada y atrevida, cambió las pipetas, los tubos de ensayo, los microscopios, por las zapatillas, los tutús, los violines, la cultura.

Tutú, batuta, y un pasaporte a la felicidad

Hablar de gala nos ubica en un momento esplendoroso en el que el encanto aparece solemne y libre, y la belleza se entrega simple, sencilla, para meterse incógnita en la piel y nunca salir. Esa sensación, que no se repite con frecuencia en Girardot, esta noche, 23 de noviembre, nuevamente invadirá el escenario del Teatro Cultural de Girardot, Luis Enrique Osorio.

La dueña de este prodigio que eclipsa por dos horas las malas noticias y la desesperanza, es  Tutú Y Batuta Academia de Arte, dirigida por su propietaria, Angélica Araujo Lemus; una bacterióloga que osada y atrevida,  cambió las pipetas, los tubos de ensayo, los microscopios, por las zapatillas, los tutús, los violines, la cultura.

Para Angélica, «la gala nace de la necesidad de mostrar a los padres de los alumnos de la Academia un trabajo realizado durante el año. Un trabajo en donde se vea el proceso de formación de la academia. Ese es el deber ser de la gala […] Pero la motivación más importante es que los niños puedan mostrar su trabajo, que los niños realmente se sientan artistas de la ciudad, ¡ahí nace la gala!».

Sus inicios se dan en el 2013, con la fundación de la Academia; en ese momento fue una muestra artística.  Después, «cada año, al finalizar el año, se realiza una gala. Consiste en una suite de una obra de ballet clásico; hemos organizado El Cascanueces, Don Quijote de la Mancha, La Bella Durmiente». Siempre acompañada de la directora artística de la Academia, la maestra cubana Isabel Cecilia Rodríguez.

Este año en la gala se presentará una suite alrededor del cuento de hadas La Bella y la bestia. Haciendo partícipes de esta, como en las anteriores, a padres de familia, bailarines profesionales de ballet clásico, y a los niños de la academia desde los tres años de edad, la mayoría de Girardot.

Este momento, que nunca se creó con una intención diferente a la que mencionó su propietaria anteriormente, de todas maneras ha servido para que academias como la Escuela Nacional Ballet Cuba, valorando la puesta en escena de los bailarines, invitara a Tutú y Batuta a dos semanas de formación en ballet clásico, en la Habana, Cuba. Esta dicha sucede desde el 2014.

A nivel nacional también han reconocido el trabajo y las habilidades de los niños; ha sido invitada a la ciudad de Neiva, al Festival Internacional de Ballet clásico Ballerine. Organizado por la academia del mismo nombre. 

LAS EMBAJADORAS EN CUBA 2019

Viajar en la niñez a un país desconocido, con el mundo abierto a la sorpresa, puede ser como una aventura sacada de Alicia en el país de las maravillas.

Mikaela Ojeda Herrera y Hanna Saray Castillo López, con nueve y diez años de edad respectivamente, fueron las niñas que por méritos, principalmente, viajaron a la paradisíaca y exótica isla de Cuba.

MIKAELA

Mikaela es una niña vivaz, con una mirada profunda que atrae desde el fondo de sus ojos. Habla, y las emociones florecen desde sus palabras permitiendo la cercanía a un alma sensible por el arte.

EL DESCUBRIMIENTO

Lo que más le impactó de La Habana fue la ciudad: «Allá tienen su cultura, y todo es arte por donde tu pasas […] y los autos y todas las casas, eso es viejo como hace varios años fue, todo muy bonito».  Pero por supuesto también la que la llevó hasta allí, la Escuela Nacional: « […] era muy grande y muy bonita; tenía muchas fotos colgadas por todas partes de bailarines, con todos sus pasos; y los salones, muy grandes, espaciosos, bonitos…lindo».

Como parte del programa tuvo que interactuar con niños de otros países; en el curso de ella se encontraban cinco niñas cubanas y algunas mexicanas. Ella tiene claro que su viaje no fue « […] tanto como aprender los pasos, sino reforzando.  Entonces llegué con más elasticidad, fuerza […] y aprendí a hacer los otros pasos que no sabía más o menos hacer».

LA PERFECCIÓN

Es tanto el gusto que Mikaela tiene por el ballet, que cuando habla de la intensidad y la exigencia con la que las instructoras cubanas orientan las clases, lo presenta como lo más natural, a pesar de su corta edad. « Allí es como ir al colegio. Es mucho tiempo por la mañana y por la tarde; entonces era como dejar la rutina normal para estar en eso.  Y, no era tanto por la tarde, sino que terminaba la clase de nueve a una de la tarde, íbamos a almorzar, y por la tarde había talleres opcionales, diferentes; como danza española, teatro, maquillaje, expresión corporal».

Posiblemente por la experiencia que tiene en la danza clásica, siete años practicándola, conoce lo que se necesita para llegar a la perfección: « Mis profesoras, por lo menos las que tuve, me explicaron muy bien, me trataron muy bien. Pero sí muy exigentes con las personas allá cubanas, porque eso es exigir y exigir para poderles perfeccionar».

Además del ballet a Mikaela también le atrae otro tipo de danzas, la pintura, la música. Mejor dicho, «casi todo el arte es lo que a mí me gusta y me enfoco en él».

Precisamente por esa amistad que casi desde su nacimiento tiene con el arte, también tiene habilidades con el violín; «cada cumpleaños yo cogía el violín y tocaba el cumpleaños. Y cada vez que era como algo de villancicos, en las clases nos enseñaban villancicos, pues yo llevaba el violín para tocar». Pero el ballet ganó la partida no dejándole espacio suficiente para este instrumento de cuatro cuerdas. «Me gusta más el ballet, porque es algo que llevo practicando hace siete años. Desde que soy chiquita me gustó esa danza porque es como mantener algo clásico, y no como ese reguetón que es todo raro y feo, ¡que no me gusta! Y es más bonita toda la música y los pasos».

HANNA

Tiene diez años de edad.  Es una niña, como dicen la viejitas, muy bien puestecita.  Tiene la seriedad de una adulta, con la alegría y la ingenuidad de una niña.

Antes de practicar ballet, en el que dice llevar un año y medio, estaba la natación. Con la madurez de una adulta señala por qué prefirió la danza: «Porque me ayuda a expresar con los pasos lo que yo siento; en cambio la natación es como más disciplina, mas estresante, lo estresan a uno mucho. En cambio en el ballet, sí, claro que hay que tener disciplina, pero uno expresa lo que siente. Por eso me gusta más el ballet».

Pero, ¿cómo explicar el concepto «expresar lo que se siente»?, le preguntamos. Otra vez haciendo uso de esa autoridad genuina que no termina de sorprender, nos lo explicó: « Lo que pasa es que en Cuba había una clase que se llama Expresión Corporal o Composición Coreográfica; entonces la profesora nos decía lo siguiente, por ejemplo: “¿qué sientes al tocar esta cosa?” Entonces uno comenzaba a expresar que si sentía duro…también era como improvisar…Por ejemplo, improvisar sería imaginarse una coreografía y hacerla, bailarla.  Por eso te digo que nos ayuda a expresar los sentimientos, y también que cuando uno está bailando, si la coreografía es triste, tiene que hacer la cara de tristeza, o de felicidad.  Por eso digo que le ayuda a uno a expresar los sentimientos».

EL VIAJE

Su abuela, Luz Marina Martínez, su acompañante, recuerda cómo emocionaba el viaje a Hanna. Porque claro, era su primer vuelo, y « Desde que salimos ella estaba emocionada de saber que va a montarse en un avión, cómo es el avión, y mirar por las ventanillas cómo se veía la tierra.  Esto para ella fue muy emocionante; y dos, pues ir a otra ciudad […]».

Pero para Hanna, más allá de todas las emociones juntas, la razón del porqué fue una de las escogidas para el viaje, lo tiene claro: « Lo que pasa es que yo desde pequeña le había pedido a mi mamá, ballet, ballet, ballet. Entonces cuando entré a la academia, me esforzaba por ser la mejor y sobresalir. Entonces yo creo que eso hizo que me escogieran para ir a Cuba».

AMIGAS Y COMPAÑERAS

Como un complemento a lo académico, la amistad está a la orden del día; conocer a otros niños, otras culturas, otros ojos en otros mundos. « Yo tenía una amiga que era mejicana, con la que más pasaba tiempo.  También conocí a una niña que era cubana, ella se llama Jeyimi; con las brasileñas no hablábamos casi porque ellas eran demasiado calladas y no les entendía el idioma.  Pero sí me hablé con las de Ecuador, con las mexicanas y con las cubanas, que esas fueron todas las de mi salón».

SU PROYECTO DE VIDA

A los diez años lo más usual es que las niñas quieran jugar a las muñecas, o a las escondidas mientras un helado se derrite entre los dedos; o practicar un deporte, o montar en bicicleta; le preguntamos a Hanna: ¿Qué actividades diferentes en su tiempo libre? Rápida respuesta: « Piano; tengo curso de Inglés, y los lunes me dedico a hacer las tareas de la profesora de sociales que son largas».

Despidió su entrevista diciéndonos cómo se veía en el futuro: « Me veo en el Royal Ballet, en la Academia Nacional de Danza, y siendo una bailarina profesional».

MADRE Y ABUELA, LAS ACOMPAÑANTES

Diana Herrera Ortiz, madre de Mikaela, y Luz Marina Martínez, abuela de Hanna, fueron las responsables de acompañar a estas dos bailarinas a vivir una experiencia del otro mundo. Con ellas ahondamos un poco más en los inicios artísticos de las niñas, sus anécdotas, sus sueños, sus orgullos.

VIAJA DESDE OTRA CIUDAD PARA QUE MIKAELA BAILE

La madre de Mikaela nos relata de qué manera fue que su hija terminó en la Academia: «Entró a Tutú y Batuta antes de cumplir los tres años. Recién ellos abrieron la academia vi un aviso entrando a Girardot, yo llamé y me dijeron: “no, no recibimos niños sino de tres años en adelante.  Y yo: “por favor, recíbanla, mírenla”. Y la traje, la vieron los profesores y me dijeron: “si quiere la recibimos porque la niña es muy buena”. Yo la empecé a traer antes de que ella cumpliera los tres años».

Ya en ese proceso, viajando tres días a la semana (Mikaela y sus padres no viven en Girardot) para poder cumplir con las clases puntualmente, recibió la primera invitación para visitar Cuba: « A Mikaela la invitaron hace dos años, pero la maestra me dijo que estaba muy pequeña, que era mejor que esperáramos un poquito más para que ella pudiera disfrutar la experiencia. El año pasado íbamos a asistir pero no pudimos, entonces decidí que definitivamente este año ella iba a asistir».

Aunque la ve tres días a la semana practicar en la Academia, Diana aprecia a su hija con ojos diferentes en Cuba, tanto que reconoce que « me sorprendió el nivel en el que ella está a pesar de que el nivel en Cuba es muy, pero muy, muy alto. Se pudo defender muy bien en sus clases, la experiencia fue magnífica».

Pero también hay un costo que a la edad de Mikaela y con hábitos diferentes, no se digiere fácilmente si el amor por lo que se practica no supera lo demás. Por eso Diana considera que « Para mi hija la experiencia fue bastante dura, porque son dos semanas completas bailando ballet desde las nueve de la mañana hasta básicamente las cuatro de la tarde. Un entrenamiento que ella aquí no tiene, porque ella tiene en Girardot dos horas, tres días a la semana».

Algo para asombrarse del viaje: la cantidad de hombres que practican el ballet en Cuba. Dice ella que « […] muchos, demasiados hombres. O sea, por cada niña hay un hombre cubano. Entonces en el salón de Micaela fácil había ocho niños; mientras que aquí en la Academia contamos con un niño, ¡uno solo!». 

LA ABUELA

Luz Marina Martínez es la abuela de Hanna. Sacando pecho como la mejor, cuenta que su nieta « […] entró el año pasado, lleva ya un año larguito. La verdad pues, ¡oh sorpresa!, en noviembre (de 2018) cuando se dio la gala, fue una de las que hizo seis intervenciones.  Ha madurado muy rápido la parte de los estilos, lo que le enseñan acá, y se esfuerza por aprender.  Lo mismo hizo en Cuba. En Cuba por ejemplo cuando ella llegó, no manejaba puntas, porque aquí todavía estaba en barras; allá la profe la inscribió en puntas a ver, y le fue bien, excelente».

Pero no solamente le sorprendió su nieta; también reconoce el valor de los profesores cubanos y su metodología basada en la diversidad tanto para los niños como para sus acompañantes. « Los maestros de allá, excelentes. Excelente todo, porque había un horario variado. Por ejemplo un día había ballet; el lunes, el miércoles y el viernes era ballet en barras, el primer horario.  El segundo horario, por ejemplo, era bailes, porque también hay una mezcla de bailes: chachachá, cumbia, todos. Expresión corporal, que me pareció excelente, porque como deben manejarla mucho».

Y el valor agregado, que era el mimo para los acompañantes, ¡ni se diga! « Y para nosotros, los que íbamos de acompañantes, también nos complacieron.  Por ejemplo, si queríamos ir a bailar, teníamos nuestra profesora de danzas; charlas de nutrición, de manejo corporal de las niñas, estudio de fotografía. Yo traté de estar en todas; la acompañaba a ella pero me gustaba estar en estas partes, pues es bueno porque si la mantengo yo, pues debo saber cómo trabajar con ella la alimentación y todo». 

Habrá nuevas noches como estas, en donde las musas se revelen a través de la danza y los niños, eclipsando a Girardot durante dos horas que solo dura la fantasía.

Fotos cortesía de Tutú y Batuta Academia de Arte y Diana Herrera Ortiz.