Cultura
La cultura de Melgar vista desde el corazón
«Encontramos, por ejemplo, en el tema cultural, una Casa de la Cultura excesivamente pobre, con instrumentos deteriorados, cuatro trajes viejos, feos, llenos de moho; entonces digamos que cuando empieza uno a trabajar y a revisar eso, se piensa, acá se pueden hacer muchas cosas».

Los procesos culturales en los municipios principalmente pequeños son entorpecidos por empleadillos engreídos e insolventes morales. Ellos los descuartizan hasta convertirlos en una colcha maloliente de retazos propicia para el desastre que planean.
Parece que Melgar ha logrado deslindarse un tanto de esta situación. Dos décadas atrás la Cultura era tan ultrajada, que a cualquiera se le encargaba la misión de maltratarla y deshonrarla. Doy fe de ello.
Lo que se aprecia actualmente parece tener un color diferente; no excelente, pero alcanza para sorprender agradablemente, y hasta envidiar con sentimiento sano lo que desde otros municipios, incluido Girardot, no se logra construir.
Andrea Liliana Rojas es la actual secretaria de Educación, Cultura y Deporte. Oriunda del municipio de Honda.
Luego de haber culminado su carrera profesional de Administración de Empresas en la Universidad de Cundinamarca, empieza a trabajar con la alma mater que la graduó, para luego vincularse, en el 2011, a la Caja de Compensación Familiar, CAFAM, en Melgar.
Finalizando el 2011 se le presenta una oportunidad que posiblemente le permitirá ver la vida desde otra perspectiva. Su hoja de vida «es tenida en cuenta para poder ingresar a la administración de Gentil Gómez», recuerda.
Andrea es una mujer que contagia pasión por el entusiasmo con el que narra y describe los hechos. De sonrisa permanente y entonaciones marcadas, la secretaria de Educación, Cultura y Deporte de Melgar le resumió a Plus Publicación su trabajo durante siete años de actividad pública, con tonos subrayados en apartes sobresalientes.
Plus Publicación. ¿Cómo logra una administradora de empresas hacer lo que ha hecho en un área como la cultura, la educación y el deporte?
Andrea Liliana Rojas. Todo ha sido un proceso, un aprendizaje que se ha dado desde cero; que se ha consolidado a través de las gestiones, de estar preguntando; de estar proyectando al municipio; de estar preguntándole a otros municipios; de municipios que han sido exitosos en la parte cultural, mirando cómo tienen una banda sinfónica. Por ejemplo, Zipaquirá; cómo tiene Cajicá un excelente centro cultural, entonces como que todas esas cosas fortalecieron nuestro trabajo […].
P. P. En nuestro país es normal que las administraciones nuevas, hablo en este caso de alcaldías, derrumben todo lo realizado por la anterior. ¿Qué encontró cuando llegó a esta cartera?
A.L.R. Encontramos muchos vacíos en todos los programas que tienen que ver con la ocupación del tiempo libre. Encontramos, por ejemplo, en el tema cultural, una Casa de la Cultura excesivamente pobre, con instrumentos deteriorados, cuatro trajes viejos, feos, llenos de moho; entonces digamos que cuando empieza uno a trabajar y a revisar eso, se piensa, acá se pueden hacer muchas cosas.
Es así cuando iniciamos con nuestras escuelas de formación artística y cultural. De ahí empezamos a formarlos, porque esto no ha sido de la noche a la mañana, sino ha sido un proceso de siete años en donde empezamos por fomentar varios espacios y diversificar a nuestros niños y niñas. Decirles, vengan, acá tenemos pianos; vengan niños, acá tenemos coros, danza moderna, folclórica, […] violín, guitarra, música tradicional. Y todos esos programas se fueron fortaleciendo.
P. P. ¿Algo así como un descubrimiento?
A.L.R. Era mostrar los perfiles de unos niños y niñas que estaban ¡por allá!, ocultos en sus casas, y casi que ni los papás sabían de las bondades que tenía cada uno de sus hijos. De ahí empieza un proceso que ha sido exitoso; un proceso que año a año hemos corregido, porque no ha sido fácil; esto no ha sido de pronto de improvisación, esto ha sido de actividades planeadas año a año. Empezamos entonces a mirar de dónde sacamos el recurso.
Miremos qué nos llega de la Nación; miremos qué podemos hacer acá en el municipio y así nos vamos fortaleciendo. Llegamos a la administración municipal donde había cierta cantidad de dinero por la estampilla Procultura.
Era una estampilla no utilizada; era una estampilla que en lo que la utilizaban no era lo que verdaderamente le daba beneficio a la comunidad. Entonces comenzamos también a reglamentarla con unas asesorías del Ministerio de Cultura.
Pasamos unos proyectos de acuerdo al Concejo Municipal, eso permitió que todo el tema cultural en el municipio se apalancara a través de la famosa estampilla Procultura. A través de los recursos que llegan del Sistema General de Participaciones, y sumándole los recursos propios del municipio que también le aporta a nuestro proceso.
P. P. ¿Cómo han venido trabajando el tema de las escuelas de formación artística?
A.L.R. Iniciamos en el 2012 como con cinco escuelas de formación y hoy podemos tener el lujo de decir que tenemos catorce programas para la comunidad, donde todo es totalmente gratis; donde los niños no tienen que aportar para comprar su instrumento, para comprar su traje, porque poco a poco, y administrando bien el recurso, hemos logrado conseguir grandes cosas.
En esta parte Andrea Liliana se detiene un poco para explicar la dificultad de encontrar «el perfil del profesor que trabaje». Anota que la mayoría de estos profesores se comprometen con demasiados municipios y esto ya es un inconveniente, porque hay que lograr que exista un compromiso especial con Melgar.
La otra dificultad está en profesores del sector que puedan ejercer los cargos. Según ella no existen y deben contratarse a los foráneos. Se estudian los perfiles de cada uno de ellos de acuerdo a las edades de los aprendices «[…] para poder traer lo mejor de lo mejor al municipio».
P. P. Háblenos sobre las escuelas de formación artística.
A.L.R. Actualmente nuestro municipio cuenta con danza infantil, folclórica, juvenil, moderna, cuerdas flotadas, guitarra clásica, música tradicional.
Nuestra banda sinfónica con la que hemos participado en varios eventos a nivel nacional. Tenemos nuestras bandas marciales de las instituciones educativas, en donde es totalmente gratis; tenemos artes, tenemos dibujo.
Y en aras de generar participación a los niños de la zona rural, porque he sido una creyente de que nuestros niños de la zona rural también tienen derecho como nuestros niños de la zona urbana, hemos ido construyendo nuestro semillero.
Hemos estado formando nuestra banda sinfónica de la zona rural, que es nuestro gran sueño. Que esos niños de allá, también con grandes dificultades, participen de los procesos culturales que tiene el municipio de Melgar; tenemos profesor de banda marcial, tenemos un profesor de música tradicional.
Teatro también tenemos, artes. Hemos podido trabajar con las mamitas; mientras la mamita lleva a su hijo a que participe en danza o en violín, entonces tenemos la profesora de arte para que se dedique a sus manualidades. Ha sido un proceso articulado y pensado de tal manera que se convierte en un gana-gana para todos.
Si el padre de familia se compromete a llevar a su hijo, nosotros también le estamos ofreciendo al padre de familia un espacio para la ocupación del tiempo libre.
P. P. ¿Cómo empiezan a consolidar un proceso?
A.L.R. Hemos tratado de institucionalizar unos proyectos que no solo han marcado a nivel municipal sino departamental. Melgar inicia con un proceso interno, y cuando tenemos un proceso consolidado empezamos a mostrarlo a nivel departamental.
Porque ese es el sueño ¿no?, de los niños y los artistas. Un artista no se queda solamente para estar ahí en su casa y que lo vean, sino es para mostrar […] y ser reconocido ante una sociedad.
Empezamos a mostrarnos a nivel departamental. Y con el anterior gobernador comenzamos a decir ¡aquí esta Melgar!; es la cuota cultural que le está aportando el municipio […] entonces también comenzamos a gestionar por el lado de allá instrumentos, trajes.
Comenzamos a participar en concursos; a llevar a nuestros niños y poderles decir: miren, párense en esta tarima en donde los van a ver dos mil o tres mil personas y van a ser aplaudidos y felicitados por esa labor.
Y así iniciamos y así considero que hemos progresado. Por supuesto que con errores porque esto de administrar lo público no es tampoco tan fácil.
Una vez comenzamos a consolidar nuestras escuelas de formación artística, también empezamos a gestionar recursos ante el Ministerio de Cultura.
P.P. ¿Cómo ha sido el proceso con el desfile folclórico sampedrino?
A.L.R. Empezamos a organizar y a institucionalizar el desfile desde el año 2012.
Comparándolo con lo que tenemos hoy en día lo hemos superado años luz. Un desfile que ya es reconocido a nivel nacional; un desfile que es apoyado por el Ministerio de Cultura, un desfile que cuenta ya con credibilidad.
No es fácil llegar a los departamentos y a las delegaciones y decirles «venga, participe, desfile, baile, fomente la cultura, que el municipio de Melgar solo le va a dar la alimentación, la hidratación, le va a adecuar un colegio para dormir, y le va a dar algo de transporte».
A través de los años se ha logrado consolidar el desfile, que yo creo empezó solo con municipios del Tolima y departamentos que limitan con el Tolima.
Hoy en día podemos decir y darnos el lujo de tener delegaciones que nos acompañan desde la costa Atlántica hasta el mismo Pasto. Eso ha logrado que nuestro desfile haya generado credibilidad.
La inversión no es tanta para esa muestra que se ve y para esa variedad de oferta cultural que damos ese día. A las delegaciones les brindamos alimentación, hospedaje en un colegio, hidratación. A algunas apoyamos el ciento por ciento el transporte; a otras una parte.
Este desfile este año nos costó ciento sesenta millones de pesos.
P.P. ¿Cuántas personas participan en la organización y realización del desfile folclórico?
A.L.R. Alrededor de ciento cincuenta personas este año participamos. Lo que pasa es que el desfile se ha vuelto tan el eje de la fiesta que todas las dependencias nos articulamos. Entonces empieza con unas invitaciones que sí las hacemos en la secretaría; luego un llamado uno a uno confirmando a las delegaciones y de ahí empezamos a soltar el proceso.
Proceso que lo empezamos a soltar con compañeros de trabajo de la administración, donde formamos los famosos padrinos.
Padrinos comprometidos. Que empiezan a hacer sentir a la delegación como en casa. Si no tengo a una persona que me haga sentir la delegación como en casa, la delegación no vuelve, con seguridad. En eso he sido bastante insistente y obsesiva, el padrino está desde el día viernes trabajando.
Porque si bien es cierto nosotros no ofrecemos un alojamiento confortable, el solo hecho de ver una disposición, un sitio aseado y una persona amable, eso hace que las noches de dormir, casi que en el piso, no sean tan duras.
Todo es un trabajo de comunicación desde el mismo momento que llega cada delegación hasta el domingo o lunes que se van.
P. P. La Estampilla Procultura.
A.L.R. Cuando comenzamos a buscar la reglamentación del uso de la Estampilla Procultura, algo que es muy claro porque lo da el Ministerio de Cultura, empezamos a mirar que de ahí podemos tener una minita que la podemos aprovechar al máximo. Esos recursos que llegan, por supuesto, de todos esos contratos que adjudica la administración municipal.
Entonces venga, pague, que con esa platica que usted paga yo beneficio a la comunidad. En ese orden de ideas logramos utilizar la plata para lo que debía ser.
Yo le digo a usted que nosotros año a año visitamos como dos o tres veces el Ministerio de Cultura. Cuando comenzamos en el 2012 no éramos nadie para el Ministerio de Cultura; pero hoy en día tienen los ojos puestos en nosotros, porque hemos dado nuestras cuentas claras, porque hemos maximizado el recurso, porque lo hemos utilizado verdaderamente para lo que debe ser.
Esa estampilla nos ha dado tantos beneficios, a los niños sobre todo; porque finalmente ¿para qué utilizo la plata de la estampilla? Para pagarle a unos profesores y para comprarle los mejores instrumentos y los mejores trajes a nuestros niños porque se lo merecen, por supuesto.
Yo miro mi banda sinfónica y lo digo con tanto orgullo, porque es una banda, al principio cuando la inicié, cuando teníamos esos cuatro instrumentos viejos y rotos. Lo que nosotros dijimos de una vez fue «restauremos eso y empecemos con algo». Me acuerdo tanto que costó como tres millones de pesos, año 2012.
Después es cuando digo: «Nuestros niños merecen ya tener instrumentos nuevos, instrumentos de marca reconocida, instrumentos importados». Porque nada de lo que tenemos ni es marca pajarito, ni son chinos, ni son chiviados. No, en eso digamos que he sido muy «juiciosita».
P. P. Cuando hablamos de Estampilla Procultura, ¿de qué monto estamos hablando? ¿Y con qué otros recursos cuenta para su labor en Cultura?
A.L.R. Más o menos unos trescientos millones de pesos, más los recursos que llegan por el Sistema General de Participaciones. A nuestro municipio el Sistema General le da ochenta millones de pesos al año […] esa platica es la primera que utilizo porque yo sé que la Nación también reconoce a los municipios cuando ejecutan de manera rápida esos recursos.
El proyecto de Cultura en nuestro municipio más o menos nos cuesta ochocientos millones de pesos al año.
Ochocientos millones que van dirigidos a instructores de las escuelas de formación, un arriendo de una Casa de la Cultura […] todavía no tenemos Casa de la Cultura propia; pero la vamos a tener; ya pasamos un acuerdo, ya fuimos al concejo, ya le aprobaron al alcalde un empréstito […] ya tenemos el lote. […] estamos en un proceso que con la ayuda de Dios y para cerrar mi proceso en esta secretaría, lo ideal sería terminar entregándole al municipio de Melgar una Casa de la Cultura digna para nuestros niños.
P. P. Noto en usted una sensibilidad inhabitual en funcionarios de este nivel.
A.L.R. Me conmueve muchísimo cada vez que hacemos una actividad o un evento y veo la sonrisa de los niños, eso se queda en mi alma. Me satisface muchísimo generar algo de bienestar a los niños; he logrado conocer un poco más de Melgar y veo tantas necesidades en los niños, y como soy mamá eso me ha sensibilizado más.
Todos esos programas en el tema cultural y deportivo han logrado conectarme más con los niños de acá. Y he logrado conocer niños maravillosos y de un talento único; y cada vez que me dirijo a los padres les digo, «es que sus hijos son como mis hijos, sí, yo también quiero lo mejor para sus hijos».
Por eso cuando quiero comprarles un traje, le digo al contratista «deme el traje como lo describí, no me dé un traje malo, no me dé un traje ni con otro encaje ni con otro hilo; que cuando se paren en una tarima se sientan famosos y se sientan grandes. Porque yo quiero que los niños también sueñen como yo soñé cuando era pequeñita. Esto me ha llevado también a transformar vidas, porque esto también ayuda a eso. ¡Para que los niños sueñen!, para que los niños no solamente se conformen con lo que tienen en su hogar sino también lograr que los niños piensen en grande.
Yo les digo «quisiera ver en unos años el mejor trompetista de este país; por qué no soñar con el mejor cantante, el mejor bailarín, el mejor violinista representando al país. ¡¿Y por qué no salir de Melgar?!
P. P. Navidad.
A.L.R. Es una noche en donde transformamos a nuestros niños y los llevamos a esa época del nacimiento de Jesús; esa época cuando María está embarazada, cuando José es un carpintero, […] luego lo convertimos en una danza de los villancicos, es una actividad demasiado bella.
Hoy en día ya lo tenemos todo, pero yo le quiero contar una historia que me ha marcado. En el año 2012, cuando empezamos teníamos solamente como cuatro instrumentos, me acuerdo que era nuestra primera noche cultural.
Ya tenía banda sinfónica, 35 niños y no teníamos atriles. Vino un grupo de Bogotá a darnos un concierto; yo me hice muy amiga de la directora y le dije: «Por favor, présteme los atriles porque los niños de mi banda sinfónica no tienen atril. Mientras usted se va vea un poquito la obra». Y con todo ese tema de la logística la obra se demoró en iniciar. Ya habíamos iniciado cuando, la banda tocando y la señora llevándose los atriles.
¡Yo lloré ese día! ¡Qué humillación para mis niños! ¿Qué les tocó? Poner sus partituras en sillas, y otros en sus piernas, y a oscuras, porque no teníamos todo tan medido logísticamente.
Eso sí que más me empoderó. Yo decía, «a estos niños les tengo que dar lo mejor de lo mejor». Además que fue la primera noche navideña.
[…] esa noche cultural se ha convertido en una noche súper bella; es una noche mágica, en donde nos articulamos todos. Como esas grandes obras que solo he visto en Bogotá. Y es una obra que espera todo el mundo.
Es una obra con la que encendemos una luz por la paz de nuestro país; en donde nos reconciliamos, en donde mostramos las capacidades de los niños. Porque los papitos son orgullosos de ver a esos chiquitos allá puestos en tarima.
Y ver un niño de cinco años, allá, apropiándose de una tarima y de dos mil y tres mil espectadores, es bonito.