Cultura

Con flores de caléndulas se sanará el Río Grande de la Magdalena desde la población de Girardot

«Pero en términos humanistas esa restitución o esa posibilidad de ver al río como un sujeto, es entenderlo completamente como un ser vivo, es tener todas las bases legales para decir él siente, él escucha, y no solo eso sino me observa. Él sabe que yo estoy botando basura, si no es como nadie me vio, el río te está viendo».

Con flores de caléndulas se sanará el Río Grande de la Magdalena desde la población de Girardot

Lejos de imaginarse Luisa Fernanda Giraldo Murillo que la planta que utilizó su familia para atemperar la artritis poliarticular juvenil que le diagnosticaron en sus primeros años de vida, sería motivo de inspiración varios lustros después para usarla en un ritual de purga en el río grande de la Magdalena, a un costado de la población de Girardot.

Esta mujer caldense, maestra de Artes Plásticas en la Universidad Nacional y cercana a obtener su maestría en Teatro y Artes Vivas, arribó al puerto cundinamarqués hace tres semanas portando en su valija sus «Partituras de Caléndulas Para el Río Magdalena».

Su propósito, «darle un cariño al río». A un río que ella encuentra un poco abandonado, inseguro, que espera en silencio la compañía de los artesanos y artistas que durante veinte días se han esmerado en tejer flores de caléndula con símbolos panches sobre un satín, para entregarlas de ofrenda al caudal que pasa triste y cansado por las riberas de Girardot y Flandes, en los departamentos de Cundinamarca y Tolima.

8000 FLORES PARA EL RÍO GRANDE DE LA MAGDALENA

Esta ceremonia de purga, como quiere llamarla, tendrá al puente férreo como invitado especial, el que luego de 92 años de construido continúa vigilante e insomne desde lo alto de su estructura maltrecha y abandonada por gobiernos apáticos al progreso.

Desde sus barandas oxidadas se dejarán descolgar cinco banderas de 20 metros de largo por 2 de ancho, con plantas de caléndulas bordadas en diámetros de 10 a 20 centímetros. Es el trabajo manual que durante tres semanas han venido derramando en cada uno de los lienzos de polisombra, sobre tela satinada de color naranja parecido a la caléndula, mientras «vamos ajustando la planta, vamos entendiendo su composición, cómo tejerla, cómo conservarla tres semanas en la ciudad del sol», siente Luisa Fernanda.

Tal cual laboratorio de Química; pero en este caso son los artesanos, los artistas, los gestores culturales los que han ido acomodando los elementos para lograr unidad y armonía en las partituras. Símbolos de la cultura indígena panche se han tejido junto a íconos que los girardoteños creen que los representan como un árbol de acacia, el ferrocarril, el pescador y su atarraya, el comercio, su himno…el mismo río en sanación.

En este ritual inédito sobre el Magdalena, «Los intérpretes van a ser el viento y el río, que van a mover esta caléndula que va a caer» sobre el cauce de aguas nunca repetidas.

«Entonces lo que estamos buscando es, a través del tejido de esta plantita que es antiinflamatoria, antibiótica, -tiene muchas propiedades medicinales-, darle como un baño al río, darle una purga simbólica al río para ayudarlo», explica Luisa Fernanda.

Es un llamado universal, urgente, para que se reduzca la contaminación de sus aguas, que al fin y al cabo es la que consumimos a diario para limpiar nuestra piel del cuerpo, porque la del alma, vaya conflicto para desinfectar.

LA INMENSIDAD DEL RÍO

La experiencia de enfrentarse a un río de esta magnitud, para Luisa Fernanda es indescriptible. Sobre todo, porque «Vengo de las montañas, vengo de los páramos, entonces mi visión del río Magdalena siempre era cenital; yo veía un río serpiente gigante, y encontrármelo fue cómo me atraviesa. O sea, es imposible no verlo, es imposible no sentirme infinita viéndolo, de verdad que es impresionante la dimensión […] Yo cada que paso por el puente no puedo creer esa dimensión corporal que tiene el río Magdalena», expresa sorprendida.

De ahí, tal vez, la necesidad de «darle un cariño al río». Porque es importante demostrarle que es digno de belleza. Porque hay un sentimiento de agradecimiento por todo lo que hace por nosotros, lo que necesariamente debe llevarnos a una comunicación directa con él, «[…] desde las maneras que lo hace la cultura, desde el color, desde las metáforas, desde el embellecimiento, ese para mí es el objetivo principal, hablarle al río», manifiesta con emoción Luisa.

EL RITUAL

Ya se dijo desde el principio que lo que va a suceder este fin de semana será un rito. Luisa Fernanda piensa que de cierta manera los ritos son necesarios en los seres humanos.

La ceremonia de purga iniciará el sábado 30 de julio desde muy temprano. Está programado que a las siete de la mañana se suspenderán, se colgarán las cinco banderas con flores de caléndula incrustadas en el tejido del satín y la polisombra, para permanecer allí casi hasta el cenit.

Entre tanto, el arte se mantendrá vivo y colorido; música, poesía, pintura en vivo, artesanías locales. Y una olla comunitaria «[…]como reactivando todas estas prácticas que siempre hemos tenido con el río: lavamos, cocinamos, nos bañamos […]».

Al final, en el cierre del rito, se recogerán los mantos para ser llevados de nuevo a la Casa de la Cultura, en donde se descoserán las plantas bordadas y se llevarán nuevamente, para arrojarlas «[…] como una ofrenda al río, para que el río se las lleve y él haga su propia limpieza».

Cerca a las once de la mañana  llegará una mujer navegando en canoa, con caléndulas, para realizar simbólicamente con su cuerpo el levantamiento. El arte vivirá hasta que las luces mortecinas continúen tatuándose en el fondo del río, como desde hace años y años lo vienen haciendo.

LOS MUERTOS DEL MAGDALENA

En este ritual que busca simbólicamente limpiar, sanar el río, imprescindiblemente están los muertos que han dejado la irracionalidad de un pueblo que continúa asesinándose, como ni siquiera los animales.

El Centro Nacional de Memoria Histórica en algún momento reportó más de 1080 cuerpos «recuperados» en 190 ríos de Colombia. Todos asesinados por actores armados y lanzados al fondo de ellos para desaparecer la evidencia, como si el dolor de sus familias así también se desvaneciera.

En ese devenir aterrador y triste, desgarrador y salvaje, fluyen y flotan los cuerpos buscando tal vez justicia y verdad. Y los ríos en medio de su mitología y leyendas, de alguna manera reflejan cierta realidad que coincide con la tragedia de los hombres.

Posiblemente no es casual que, en Puerto Berrío, Antioquia, los cuerpos que llegaron arrastrados por el río Magdalena en la década de los noventa y dos mil, la población cuente «que recogían entre 20 y 30 cuerpos semanales, porque en esa zona hay como un torbellino que saca lo que se hundió […]», como tal vez ocurra en otras zonas del país.

En medio de esta tragedia, cuenta Luisa que los habitantes de Puerto Berrío se han encargado de velar estos muertos y hacer un cementerio, «también esperando que alguien más haga lo mismo por sus seres», dice ella.

También ha hecho un ritual semejante de purga en el Río Cali en compañía de la Universidad Nacional, «en un levantamiento de estos cuerpos que fueron arrojados por el paro nacional».

Por esto, otro significado de esta purga es pedir que esta situación pare, «[…] es un pedido especial, es como la denuncia también política, de no podemos lanzar nada más al río de esa manera, y la gente no puede morir así tampoco».  

Pero mientras la sensatez llega a los colombianos, ella piensa que se necesita de estos ritos para despedir a los seres amados, pero conociendo qué les sucedió.

De hecho, dice, «Siento que el río también es un ser espiritual que nos está ayudando con esos levantamientos, o con esas maneras de darle tránsito a un cuerpo entre la vida y la muerte que es lo que hacemos cristianamente. Oramos por alguien, le damos cristiana sepultura, nos aseguramos de que su cuerpo quede bien enterrado, hacemos todo el procedimiento. Entonces creo que el río nos está ayudando también a hacer eso».

Tal vez la caléndula, la planta con la que Luisa Fernanda Giraldo Murillo tiene una «relación especial», y de la que sabe que no cura, pero alivia permitiendo una mejor calidad de vida, le ayude a crear nuevos mitos.

Como por ejemplo cambiar el arrojar cadáveres o basura a los ríos, «[…] por baños de caléndula, ¡uff, podría morir feliz si eso se logra!».

Foto interna, Camilo Trujillo.