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Girardot enllantada: un tema para retomar y discutir con seriedad

Se encuentran por doquier, en cada andén, en cada esquina, en cada recodo inaccesible, en cada parque, en cada avenida principal o secundaria; ahorcando árboles que recién comienzan a vivir, merodeando colegios, restaurantes, conjuntos residenciales, canchas deportivas, y en las veredas de esta casi ciudad.

Girardot enllantada: un tema para retomar y discutir con seriedad

Un monstruo se cierne sobre el medio ambiente de Girardot y hasta ahora nadie habla sobre el tema.  Están «sembrando» llantas viejas por doquier amenazándolo, así como el paisaje y la salud de quienes habitan o visitan este municipio macondiano.

De ser «La Ciudad de las Acacias», en donde el brillo rojo y amarillo de sus flores bajaba en cascada para posarse en el pavimento como una ancha pincelada, estamos pasando lenta e invisiblemente a ser «La Ciudad de las Llantas».

Se encuentran por doquier, en cada andén, en cada esquina, en cada recodo inaccesible, en cada parque, en cada avenida principal o secundaria; ahorcando árboles que recién comienzan a vivir, merodeando colegios, restaurantes, conjuntos residenciales, canchas deportivas, y en las veredas de esta casi ciudad.

No sé de dónde aprendieron el concepto de que las llantas inservibles, las usadas, las de reciclar, son sinónimo de belleza y armonía.  No sé en qué lugar desarrollado del mundo les enseñaron que llantas viejas y estética son equivalentes y que en millares contribuyen al ornato del paisaje.

Desde el punto de vista estético es una ilusión, porque una vez se «siembran», reciben todos los cuidados y acicates para que luzcan resplandecientes.  Pero tiempo después, cuando la maleza se encarama por encima de ellas dotándolas de una cabellera obscena y sucia, o cuando la tenacidad de la intemperie se tatúa en el caucho vetusto, se les nota pálidas, carcomidas y deformes, más miserables, más deprimentes; aquellos que las sembraron no vuelven a acicalarlas porque ya no les importa.  ¡Ya se deshicieron de ellas! (Pueden apreciar las que «embellecen» parte del tramo de la Avenida Nariño, o frente al antiguo Club Bavaria, o mejor, las que se exhiben en la entrada principal del barrio La Esperanza).

Y si hablamos de espacio público también tenemos tropiezos.  Porque si bien es cierto que en Girardot a casi nadie le interesa recuperar el espacio público, también lo es que «enterrarlas» en sectores donde no existe camino para que los peatones transiten seguros, no es lo adecuado.  Si en el futuro alguien tiene la iniciativa de construir un andén o improvisar un sendero que resguarde a las personas del peligro, no se podrá hacer sin demoras ni contratiempos.  Porque además, ¿qué harían con las llantas desenterradas?  ¿Buscar otro sitio para «plantarlas»? 

En esos espacios es prioritario y urgente construir andenes y no terminar de obstaculizar el tránsito peatonal con desechos no degradables.

En cuanto al tema de la salud, las llantas dispuestas de manera horizontal o vertical pueden servir como reservorios para que allí se incuben insectos como el Aedes aegypti, responsable directo de que Girardot sea endémico en enfermedades transmitidas por vectores como el dengue, virus que nos azota todos los años, fustigando con saña principalmente a niños y ancianos; y con él enfermedades como el chikungunya y el zika, bien conocidos por los girardoteños.  Llantas colocadas de manera horizontal, unas sobre otras, como las que se encuentran frente al colegio Francisco Manzanera Henríquez, pueden servir de incubadoras para que insectos depositen sus huevos y se reproduzcan.

Todo esto sin entrar a analizar científicamente, al menos en esta primera entrega, de qué manera estos residuos posconsumo afectan en el comportamiento climático y ambiental de las ciudades.  Puede deducirse que ante una cantidad abundante de ellos la temperatura ambiente puede ascender, incrementando el calor del sector.

El tema ambiental y de salud está contemplado en la normatividad que el Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible ha emitido para establecer los Sistemas de Recolección Selectiva y Gestión Ambiental de Llantas Usadas.  Pero de normatividad es mejor hablar más adelante.

Por ahora es importante que nos concienticemos de lo que está sucediendo, y antes de reaccionar agresiva o irreflexivamente, nos documentemos para entender los efectos que conlleva tener mil, dos mil, tres mil llantas «sembradas» en nuestro entorno, creando una cultura ambiental equivocada con la que se le está enseñando a nuestros niños que, como en este caso puntual, enterrar llantas viejas a diestra y siniestra es una estrategia para proteger el medio ambiente.  Y todo parece indicar que no.